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Si uno esta atento a las informaciones que, normalmente en primer plano de la actualidad, nos llegan a través de los medios de comunicación especialmente en estos días, es difícil que su estado de ánimo tienda al optimismo. Por muchas que sean las ganas de mantenerse sereno y esperanzado, como debería ser, o así lo creo yo. No vale, por otra parte, hacer trampas en este orden de cosas colocándose de espaldas a la realidad que nos envuelve sólo porque no nos gusta. Por ese camino andaríamos mal, seguro.

Otra cosa es que en presencia de un panorama poco halagador, visto al menos desde fuera, se produzcan como de hecho ocurre, una serie de comentarios a cargo de los llamados analistas que a la hora de opinar sobre lo que esta pasando ponen el acento con notoria preferencia en aquello que más duele, quiero decir en los aspectos negativos del tema que sea, y esto tampoco vale por más que gracias a esta estratagema esta garantizada una mayor audiencia, léase negocio.

Las buenas noticias, ya se sabe, no son económicamente rentables, para muchos ni siquiera merecen el nombre de noticias.

Este modo de actuar, muy frecuente por cierto no contribuye a generar en la ciudadanía el necesario, más aún el imprescindible sentimiento de confianza sin el cual toda obra de gobierno deviene de hecho imposible a la larga. Y así estamos. Una visión estrecha y partidaria de la cosa pública nos amenaza a todos, sobre todo a los que tienen menos defensas ante una situación de crisis generalizada como la que estamos sufriendo. "Las personas tienden a vivir en paz y a abstenerse de emplear la violencia –ha escrito Zygmun Bauman– cuando pueden dirigir sus quejas a un poder en cuya incorruptibilidad pueden confiar."

Y se da el caso, precisamente –así al menos lo pensamos muchos creo–, que es este género de confianza la que brilla por su ausencia y la que está más en crisis en la actual coyuntura económica y política que nos ha tocado vivir. Hay que evitar de todas todas que tengan razón los que opinan que la confianza ha sido sentenciada a una vida de frustración.