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Acaso las películas han matado a los libros, o la televisión al cine?, es la pregunta que abre el interesante diálogo entre Jean-Claude Carrière, uno de los dramaturgos y guionistas europeos más reconocidos, que llegó a trabajar con Luis Buñuel , y Umberto Eco, el semiólogo de Bolonia, universalmente famoso por su aportación novelística con "El nombre de la rosa" o "El péndulo de Foucault" entre otras obras de ficción, que se acaba de recoger en forma de libro que publica Lumen bajo el sugestivo título "Nadie acabará con los libros".

El de la pervivencia de la cultura libresca tal como la conocemos, es un tema recurrente que el escribidor se replantea después de haber vivido otra jornada mágica de Sant Jordi en el stand de mis acogedores amigos de la Llibreria Catalana, sublimada cuando una lectora desconocida, a la que hacía rato que observaba porque sonreía mientras hojeaba atentamente mi libro, levantó la mirada hasta encontrarse con la mía, y me recordó la escena final de "Luces de la ciudad" del maestro Chaplin, cuando la violetera, recuperada de su ceguera, reconoce a su benefactor, un mendigo que había pasado las de Caín para costearle la operación.

-Ah, ¿es usted? -me espetó, entre tímida y curiosa, al reconocerme por la foto de la solapa del libro.

-Síii-contesté con un mohín que quería ser humilde, como el de Charlot en la película, pero que debió de traslucir humana vanidad.

-Es que no llevo dinero, pero voy a buscarlo, su libro parece muy interesante…

-Bueno, verá, por lo menos es sincero y bienintencionado. Es una visión intimista sobre…

-Ahora vuelvo -cortó mi incipiente speach.

El librero me miró con sorna como diciendo "me parece que nanay". Pero la mujer volvió y le dediqué algo así: "A C., a la que he observado mientras sonreía hojeando mi libro.
Gracias por proporcionarme un instante de felicidad".

¿Acabará la electrónica con momentos así?, me preguntaba mientras, cansado pero exultante, abandonaba es carrer Nou. Leer a uno de estos bibliófilos empedernidos como Eco o Carrière reconforta: "El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se ha inventado no se puede hacer nada mejor". Seguramente es así pero tampoco puede negarse la evidencia: si el invento de Gutemberg hizo posible nuestro mundo moderno sin que nadie pudiera preverlo en su momento, tampoco hoy podemos predecir el impacto a largo plazo de la digitalización galopante de nuestros días, aunque empiecen a verse algunos efectos perversos como el que hoy día, en internet, cualquiera pueda llamarse autor…

Se están produciendo cambios a gran velocidad en comparación con la lentitud mineral del impreso; en el siglo II los chinos experimentaban con tintas y piezas de madera, pero hasta el siglo IX no imprimen en rollo textos budistas; en el siglo XV Gutemberg inventa la imprenta, hasta el XIX no aparece la primera linotipia. Comparemos con el tiempo transcurrido desde la impresión digital, a fines del siglo XX hasta la aparición del primer kindle en 2007. No me asusta, ya he vivido una evolución frenética en mi profesión, pero en esencia sigue siendo una interacción genuinamente humana: médico y enfermo frente a frente (¿lector y libro?).

¿Persistirá el libro en su actual formato? No sé si pienso que sí o quiero que sí, pero no soy capaz de imaginar un mundo sin libros de papel que pueda llevarme bajo el ullastre o a Macarella. Bien mirado, el libro tiene muchas ventajas modernas, no se descarga, puedes anotar lo que se te antoje en sus márgenes, cabe en cualquier sitio, es manejable, puede ser un regalo personalísimo (el único que me apetece hacer, fuera de la tortura de perder una tarde buscando algo "original"). Además, para los viciosos es una mina: se deja manosear, olisquear, provoca ensoñaciones y por si fuera poco evita riesgos, ya que, como sugiere Savater, vivir sin leer es peligroso, obliga a conformarse con la vida y esto puede llevar a peligrosos desvaríos.

¿Que al fin y al cabo lo importante es leer y el soporte es lo de menos? No estoy tan seguro. Intuyo que los que pretendemos buscarnos la vida lectora fuera de bestsellers y libros de autoayuda tendremos poco que hacer en el mundo kindle. Deberemos seguir hurgando en pequeñas librerías y editoriales minoritarias. Si es que logran sobrevivir, que ésa es otra, como la cruda realidad de los periódicos, abducidos por el fast food del entretenimiento, el escándalo y la inmediatez cibernética. ¿Pervivirán los periódicos de calidad? ¿Podremos seguir leyendo análisis concienzudos, reportajes de calidad? ¿Somos capaces de concebir a una lectora sonriendo mientras le da a las teclas de un libro electrónico? ¿Qué quedará del hojear / ojear?