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Los españoles hemos entrado recientemente en una fase de ajustar la economía del país a las exigencias reales de la situación. Se han decretado recortes de ingresos a los funcionarios y congelación de pensiones. Ha llegado -más tardíamente de lo previsto y necesario según muchas opiniones- el tiempo de austeridad, de renuncia a cierto bienestar.

Pero en esta exigencia debe notarse la ejemplaridad de los implicados: a mayores retribuciones, en el ámbito político, deportivo y particular ha de corresponder mayor evidencia de austeridad, mayor contribución a superar la crisis. Es norma ética de toda sociedad la ejemplaridad de los más favorecidos, cuando las circunstancias excepcionales exigen sacrificios. Ciertamente, los ciudadanos los han de asumir también, pero en lógica proporcionalidad de sus status, y estimulados por la conducta de sus dirigentes.

La situación actual será un test muy claro de la coherencia de los políticos, y de todas las personas altamente retribuidas, en la cooperación al bien común, y en la solidaridad ciudadana.