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Este artículo es el primero de algunos que pretendemos publicar con el fin de concienciar a quien corresponda para "salvar" de su ruina algunos escudos de buena factura, situados en algunos parajes de Mahón. Uno es el que adorna la fachada del cuartel de Santiago.

El (antiguo) cuartel de Santiago se cae a cachos y nadie parece querer remediarlo. De momento una de las cosas que se aguanta en pie intacta es el escudo del frontispicio, que es de mucha calidad escultórica. Creo que al menos ese relieve debería salvarse como pieza de museo, aunque fuera, como mínimo, por su calidad artesanal.

De todas maneras el escudo tiene su pequeña historia, fruto de los avatares de la nuestra. Al proclamarse la II República algunos exaltados picaron la corona monárquica del mismo y nunca durante el periodo republicano fue sustituida por la mural. Los aficionados al zapapico, sin embargo, se olvidaron de eliminar el escusón con las tres flores de lis de los Borbones en su centro.

Y así continuó el escudo después de la guerra (in)civil. Yo, que viví mi niñez delante del cuartel, lo conocí "picado", hasta que un día de, aproximadamente, 1954 apareció coronado de nuevo (de hecho aún hoy día se nota levemente el color distinto de la corona frente al resto. El promotor de la "recoronación" fue el coronel Martínez Vivanco que debía ser un monárquico convencido.

Conocí al coronel Martínez como consecuencia de mi amistad con su hijo Jesús, un niño de mi misma edad. Ambos jugábamos en el cuartel del que conocíamos los más recónditos recovecos, como la torre del agua, un auténtico nido de escorpiones, o las inmensas caballerizas. Pero: ¿qué hacían unas caballerizas en un cuartel de Infantería?, asimismo ¿por qué los adornos metálicos en los umbrales de las puertas del patio representan herraduras, clavos de herradura y sillas de montar? Mi buen amigo Pablo Cardona Natta que sabe mucho de estas cosas me sacó de la duda. Parece ser que en 1915 cuando fue construido el cuartel, iba a destinarse a Caballería. En efecto: por aquellos tiempos se encontraba de guarnición en Menorca el llamado "Batallón de Cazadores de Menorca" que tenía su acuartelamiento en Es Cós Nou. Al final el cuartel quedó para alojar un batallón del regimiento de Infantería Mahón nº 63 (después 46), mientras otro de los tres de que disponía estaba acuartelado en la caserna inglesa de la Explanada de Mahón y el tercero en el cuartel de Calasfonts en Es Castell (ese que era gemelo del de Calacorp y se quemó en 1932).

De todas maneras, las caballerizas se utilizaron durante toda la vida activa del cuartel hasta los años 60, porque el regimiento de Infantería tenía una compañía de acémilas para transporte de las ametralladoras Hotchkiss, esas del culatín de bronce. Además como los oficiales, aún los de Infantería, eran lo que entonces se denominaba "plazas montadas" había también una sección de caballos de dotación para la oficialidad.

Pero volvamos al coronel Martínez Vivanco. El primer jefe del regimiento 46 en los primeros años 50, había hecho sus primeras armas en la guerra de África, encontrándose en la guarnición de Melilla cuando ocurrió el desastre de Annual.

Como sabemos por la Historia, en el verano de 1921 el general Fernández Silvestre (que era uno de los habituales en el entorno castrense de Alfonso XIII) avanzó temerariamente por las barrancas del Rif hasta que fue sorprendido por la rebelión de las cábilas, lideradas por Abd-el-Krim y la retirada hacia Melilla se convirtió en un calvario con miles de muertos españoles, cuyos cadáveres se secaron al sol durante meses en la cuesta de Arruit hasta que se recuperó el territorio. Cuenta Ramón J. Sender, que fue corresponsal de guerra en el luctuoso acontecimiento que hubo quien para escapar de la escabechina permaneció escondido muchas horas en el vientre de un caballo muerto.

Cuando estalló el conflicto, el entonces teniente Manuel Martínez Vivanco se encontraba de guarnición en el aeródromo(1) de Zeluán. En plena emergencia rifeña, el 23 de julio de 1921, se sublevó el tercer escuadrón de regulares (formado por tropas indígenas) que guardaba la posición, y tras matar a los oficiales se dirigieron a tomar el aeródromo que se encontraba a 400 metros de dicho enclave defensivo. En éste se encontraban los únicos cinco aeroplanos con los que contaba Silvestre, custodiados por una guarnición de tres sargentos y cuarenta y tres soldados, todos al mando de Martínez. Por esas fechas se habían incorporado también a la posición treinta jinetes del regimiento de caballería de Alcántara.

Los rifeños asediaron el aeródromo que aguanta 11 días, hasta el 3 de agosto en que los sitiados se rinden al quedarse sin municiones y agua. El espectáculo alrededor de la posición era dantesco. Esparcidos por la llanura, se encontraban pudriéndose al sol los cuerpos sin vida de 15 jinetes de Alcántara que habían intentado sin éxito cargar sobre los rifeños. Sus cadáveres yacían junto a los de sus monturas en una curiosa formación después de que fueran abatidos a tiros desde las posiciones enemigas.

Los rifeños les quitaron las armas a los rendidos y, sorprendentemente, los dejaron marchar hacia Nador, pero al poco de salir, fueron rodeados por la harka y pasados a cuchillo casi todos. Milagrosamente algunos sobrevivieron entre ellos el teniente Martínez Vivanco, que lo pudo contar, llegar a coronel y restaurar la corona del escudo del cuartel de Santiago.

(1) Últimamente he visto que en los telediarios varios se suele llamar "aeródromo" a lo que es en realidad un aeropuerto. Aeródromo es un término que se refiere exclusivamente a un aeropuerto militar.

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Doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears

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