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Manejarse de forma permanente y coherente dentro de los parámetros de lo políticamente correcto requiere un esfuerzo titánico. Estar a la altura del manual del perfecto progresista concienciado no casa muchas veces con otros intereses generalmente económicos o políticos, lo que obliga a más de uno a comerse sapos y entrar en flagrante contradicción. En esta situación se han encontrado estos días los dirigentes del PSOE insular y santlluïsser, cuyos cargos suelen practicar habitualmente el chirriante "ciudadanos y cuidadanas" por consigna de partido; el mismo partido que creó un ministerio que pretende erradicar las diferencias entre hombres y mujeres alterando los cuentos infantiles tradicionales para que Cenicienta sea una abogada sin ataduras, los enanitos le preparen la comida a Blancanieves y la Bella Durmiente se despierte cuando le dé la gana y no cuando se lo impongan los labios de un príncipe con intereses ocultos. Porque, digo yo, que contar la historia original de Caperucita Roja o decir sólo "hola guapos" cuando uno se encuentra con Joan, Kevin, Maria, Edwin, Lourdes, Sheila y Manuel debe ser tan machista como apoyar, aunque sea en beneficio de la omnipresente promoción turística, un concurso de jóvenes polacas enseñando carne para que un jurado dictamine si le queda mejor o peor la minifalda.