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El pasado 10 de junio los trabajadores de Correos protagonizaron su propia huelga en contra del popularizado "apagón postal". Aquí, en Menorca, Correos ese día funcionó con normalidad. "Con normalidad" en la oficina de Maó significa que los usuarios esperan hasta una hora para ser atendidos. Y es que hay que mirar el efecto que puede producir en el funcionamiento de la empresa que en todo el Estado se contraten 7.000 trabajadores eventuales menos. Esto es, no sólo habrá menos entregas, sino que ya no se cubrirá la plaza del cartero que se vaya de vacaciones, ni los huecos que dejen los jubilados.

Para el usuario esto se traduce en un peor servicio, y en que tardará más en ser atendido. Se traduce en que, en zonas como S'Algar, por ejemplo, la figura del cartero puede desaparecer y que, en vez de reparto, los vecinos tendrán que ir a buscar sus cartas a buzones concentrados.

Para los nostálgicos, la liberalización del servicio postal significa que ya no tendremos carteros, ni charlas con poetas chilenos llamados Pablo Neruda que enseñan al cartero a usar la metáfora como herramienta de seducción. El país, en cambio, tendrá una nueva empresa privada que en algunas zonas se enriquecerá, y en otras, como en Menorca, tal vez llegue a su fin por falta de rentalibilidad.