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El sábado pasado día 12 por la tarde fue beatificado el periodista Manolo Lozano Garrido, conocido entre sus amistades y compañeros de profesión por el apelativo cariñoso de "Lolo".

Es el primer periodista español elevado a los altares, después de haber sido comprobada la heroicidad cristiana de su vida. Una vida, que sólo contó 51 años de existencia terrena, de los que 25 estuvieron marcados por la enfermedad: parálisis progresiva de articulaciones, y ceguera.
Manuel Lozano, que nació y murió en Linares (Jaén), respectivamente en 1920 y 1971, mostró en las diversas circunstancias de su trayectoria terrena una "vida cuajada de sonrisas y esperanzas", según apunta uno de sus biógrafos.

Sintió la vocación de periodista y escritor desde los 15 años, según confesó el mismo: "la vocación está bien clara desde los 15 años, y aún escribí mis primeros artículos a los 19, pero sólo a los 24, dos después del comienzo de la enfermedad, sentí la enorme comezón de la pluma y la dulce herida de ese fuego que, si arrebatáramos a Dios, simultáneamente nos quema las entrañas. Escribo porque existo y la palabra es manifestación de vida... Mi voz sólo quiere ser espejo de la intimidad de una criatura... Ahora de pronto digo aprisa la razón de este impulso que cada mañana me lleva a escribir".

Su producción periodística se realizó principalmente en revistas eclesiales, como "Vida Nueva", en "ABC", en "Ya", y en los periódicos locales "Diario de Jaén", e "Ideal", de Linares. Comprendió entrevistas, comentarios sobre personajes literarios de su época: Paul Claudel, Carmen Laforet, Bernanos, y la novelística relacionada con el tema del sacerdocio, recensiones de libros, bajo el seudónimo de "Anaquel".

Manuel Lozano escribió, a pesar de sus limitaciones físicas, 6 libros, varios de ellos casi biográficos: "El sillón de ruedas", "Dios habla todos los días", "Mesa redonda con Dios", "Las golondrinas nunca saben la hora", "Cartas con la señal de la Cruz", "Bienvenido, Amor", "Reportajes desde la cumbre", "El árbol desnudo", y las "Estrellas ven de noche".
Fue galardonado varias veces: "Premio Feijóo, de la Asociación Para el Progreso de las Ciencias, por sus trabajos de divulgación científica, en el II Concurso Nacional de Cuentos; finalista, entre otros, de los premios Gabriel Miró y Nadal; "Premio Bravo", de la Conferencia Episcopal. La enciclopedia de nombres "Who's who in Europe", le dedicó espacio hasta el año de su muerte.

Lolo fue, sobre todo un cristiano muy convencido, al que nunca deprimió la conciencia de sus limitaciones en progresivo aumento. Ya casi totalmente ciego, después de haber recibido el carnet de la ONCE, profesó: "Fe, mucha fe, y todavía más,... para descubrirte a Ti, siempre, Dios, sin telones de cielo, ni sombras, abierto a tu sabiduría, tu gracia, tu belleza", y "Aquí está nuestro Cristo que sigue dando pan de harina, y hasta aumenta la ración... no sólo diciendo que es la Vida, sino dándola y encaramándonos por el camino de la caridad y la salvación".

Fundó los grupos Sinaí entre personas enfermas, cuya finalidad es rezar por los periodistas. En el otoño de 1971, a los 51 años expiró.
Antonio Pelayo, periodista y sacerdote, ha escrito: "Los periodistas no nos merecemos tal "colega"... su testimonio es tan precioso y tan necesario en un momento histórico en que el periodismo corre el peligro de despeñarse por los barrancos de la vulgaridad, de la avaricia, de la envidia, de la belicosidad, de la mentira".
Este mismo periodista, aludiendo al título de las obras de Lolo, sintetizaba su vida " como "el hombre -el santo- que desde "el sillón de ruedas", descubrió que "las estrellas se ven de noche", que "Dios habla todos los días", y que hay que saber decir siempre "Bienvenido, amor".