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Las cifras del paro de junio son, por encima de cualquier otra apreciación, la expresión más precisa de la realidad que vive Menorca. El desempleo ha crecido en el último año un 10,6 por ciento y en términos absolutos alcanza a más de cinco mil personas, sin que el comienzo de la temporada turística baste ya para enjugar el paro estacional característico de la economía menorquina, hace ya varios años que se muestra esa insuficiencia, agravada con la crisis internacional y sin que se hayan construido alternativas esperanzadoras. Hay, no obstante, algún dato positivo, el desempleo ha bajado respecto al mes anterior un siete por ciento y nos hemos alejado de los casi seis mil inscritos en las listas del paro registrados hace dos años, probablemente a causa de los flujos demográficos que la propia situación ha generado.
Coincidiendo con esa información, la semana pasada también se ha hecho pública la evolución de la actividad económica, que mantiene una tendencia en caída en los principales indicadores, más preocupante en relación a las otras islas. En Menorca hay menos razones para el optimismo, aunque, como advierte el Centre de Recerca Econòmica, hay indicios de que lo peor ha pasado y que, en todo caso, han de confirmarse en este trimestre.