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El día de Sant Cristòfol, patrón de los conductores, ha sido el elegido para clavar la primera piedra de la variante de Ferreries. Tenemos unas autoridades que cumplen su palabra y además la orlan de simbolismo y oportunidad. La hemeroteca conserva titulares que lo demuestran, el conseller de la cosa acostumbraba a decir que las obras comenzarían antes de final de año y, en efecto, así será porque nunca supimos, posiblemente tampoco él mismo, a qué año se refería.

El asunto viene al hilo de la demora insoportable que arrastra esta carretera. Parece un poco irreverente recordarlo ahora justamente cuando por fin las obras van a echar a rodar. Pero igual que la justicia cuando llega tarde ya no es justicia, un proyecto planteado en un siglo y ejecutado en otro conlleva el riesgo enorme de haberse quedado desfasado. Menorca no sólo no se moderniza en infraestructuras sino que avanza hacia el pasado y además lo hace con el orgullo de quien construye un modelo de crecimiento sostenible, según el discurso tantas veces repetido. La sostenibilidad es rigurosa pero no es intransigente, no se mide en diez metros más o menos de calzada, los necesarios para ganar seguridad y fluidez. Los intransigentes y faltos de rigor son quienes anteponen el dogma a las circunstancias del mundo contemporáneo y a la necesidad de desarrollo futuro.