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La sociedad se rige por normas, leyes, que son mayoritariamente aprobadas por un determinado grupo de ciudadanos que conviven en un mismo territorio y que se amparan bajo aquellas para ordenar su vida en común. En una sociedad democrática, y desde los tiempos de la Ilustración del siglo XVIII, existe la separación de poderes que no es sino una ordenación del organigrama del Estado en tres divisiones donde la titularidad de cada uno de aquellos poderes es confiada a un órgano público distinto. Así, el poder legislativo, el poder judicial y el poder ejecutivo se complementan para evitar la primacía de uno sobre los otros (Checks and balances).

Antes de que el poder ejecutivo (Gobierno) pueda aplicar las leyes que el legislativo (el Parlamento... o algún "concesionario autonómico") pueda elaborar, éstas deben de pasar por el tamiz del judicial (Tribunal Constitucional), que es el garante de que aquellas leyes sean conformes al ordenamiento jurídico que marca la Constitución. Naturalmente ésta es la teoría, pero, también lamentablemente, la práctica no siempre es hija de aquella teoría. Así, cuando se rompe (o se ayuda a desprestigiar) aquel equilibrio, se ayuda a romper la legalidad constitucional.

Eso es lo que sucede con el Estatuto de Cataluña. La impertinencia insensata del presidente Rodríguez, que obviando y olvidando el deber propio del T. Constitucional, prometió que "él" (¿el Estado soy yo?) aceptaría "lo que saliese del Parlamento Catalán" (lo que fuese) ha enturbiado un asunto hasta extremos que han derivado en grotescos y peligrosos. Efectivamente, es grotesco y peligroso ver al presidente de la Generalidad catalana convocar y encabezar una manifestación de impecable desacato al Estado de Derecho. Es grotesco y peligroso verlo combatir una sentencia judicial y enfrentar al Estado contra el Estado. Es grotesco y peligroso que Montilla denuncie como agresión a Cataluña lo que no es sino la aplicación de la legalidad vigente. "Los responsables del desaguisado no son los Magistrados del TC sino quienes elaboraron un texto con aspectos disparatados. Un texto sin seny y arrauxat, falto de sensatez y desbordado por el arrebato" (F. De Carreras).

Que el presidente de la Generalidad catalana, miembro del PSC -franquicia del PSOE en Cataluña- y ex ministro del Gobierno de España, no acepte que la única Nación que existe es España, que no se permiten subdivisiones del poder judicial, que la pretendida bilateralidad no es legal y que la parte debe de estar supeditado al todo y no al revés, etc. es grotesco y muy peligroso. También, protestar porque en territorio español se pueda estudiar en la lengua común, es algo más que una posicionamiento político, es una estupidez. La manifestación de Montilla no defendía el Estatut (¡ni se mencionó en toda la manifestación!), sino que abogó abiertamente por la ruptura con España y por la independencia. Eso es algo que el PSOE deberá de aclarar. De forma inmediata. ¿Cómo los responsables del Gobierno pueden alentar a los ciudadanos contra el orden constitucional?
¿Un autogolpe de Estado?

Mientras en Barcelona se producía este acto del insumisión del socialista Montilla contra la Constitución, en Madrid, unos centenares de personas convocadas por Rosa Díez (UPyD) atendían a mediodía del pasado sábado, la lectura de un manifiesto en defensa del Orden Constitucional. El acto celebrado ante las mismas puertas del TC puso de relieve los valores constitucionales y denunció la manifestación convocada en Barcelona como un ataque a la democracia (por el desacato a uno de sus puntales, el TC) al tiempo que se pedía que se derogasen todos los preceptos contrarios a la interpretación constitucional de la sentencia del Estatuto.

Conviene recordar ahora una frase de Julio Camba: "En todas partes hay hechos diferenciales, pero la cuestión está en si debe uno de cultivarlos o debe, por el contrario, dedicarse al cultivo de los hechos igualitarios".
Y es que con el tiempo sólo recordaremos al inconsciente que propuso lo que no podía proponer. Un verso suelto en la Historia.

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Nota del autor: En la anterior colaboración de "Crítica es libertad" aparecida el pasado viernes, donde decía siglo XI debía de querer decir XIV.