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Hoy es uno de esos días en los que creo necesario recordar a la población en general que los periodistas no somos policías, ni políticos, ni miembros del servicio municipal de limpieza. Lo digo porque se suele confundir el sujeto al que se destinan las críticas y al final acabamos pagando los que simplemente –a veces no es tan simple, pero para que nos entendamos– hacemos de transmisores de la información.

No somos los que dictamos las normas, ni los que cazamos o dejamos huir al malo de la película, ni los que cortamos el grifo o tiramos la casa por la ventana. Nosotros lo contamos lo mejor que podemos, que para eso nos pagan. Para contarlo.

Esto va también porque cuando se oculta la verdad, se nos culpa, cómo no, a los periodistas. Y muchas veces la impotencia nace desde nosotros mismos, porque igual que hay quien se presta a colaborar con los medios –cabe decir que es la gran mayoría–, hay quien, hoy en día, en la era de la información y en un país democrático, todavía se cree con derecho a ocultar la verdad. Sólo recordar que el derecho a la información sigue vigente. Y es de todos.