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Trinidad Jiménez y los suyos lo han vuelto a hacer. Han vuelto a entrometerse en el comedor de casa con la salud pública por bandera y con medidas tan efectistas como ineficaces. Ahora pretenden combatir la obesidad infantil prohibiendo las máquinas expendedoras de refrescos y "bollicaos" en los colegios. Perfecto, pero es que en las escuelas, al menos en las que he visto, no hay máquinas expendedoras. Partimos de la base de que en los colegios no se debería poder vender nada y que los niños no tendrían por qué llevar dinero a clase. Otra cosa son los institutos, con chavales que si no compran en el centro docente lo harán en otro sitio. Ahora se demonizan las "coca colas" y las chucherías, enfocando mal el problema al confundir la parte por el todo. Refrescos, bollos y gusanitos se consumen desde hace muchísimo tiempo, mientras que la obesidad infantil se ha disparado en los últimos años. Por lo tanto, el sobrepeso viene por otros muchos factores ajenos al "phoskito" del recreo. Está bien velar por la salud pública, recomendar, educar, ofrecer información, pero el problema, y ya lo he dicho muchas veces, está más en casa y en la responsabilidad de los padres que en los colegios, que al fin y al cabo no son más que una parte de la vida del niño. Si en Sanidad se aburren, que recoloquen las vacunas de la gripe A.