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El cobro de la segunda maleta de equipaje se ha consolidado en el transporte aéreo y se suma a ese listado de cargas añadidas al coste de la insularidad. Las dificultades que sufren los productores de vino constituyen un ejemplo manifiesto de los numerosos recargos que surgen en torno al transporte, una actividad imprescindible para la población y para la economía de este territorio. La experiencia recoge un denso listado de agravios con paradojas como las de la célebre y efímera ecotasa que, implantada con unos fines, acabó siendo un impuesto más sobre el billete aéreo.

Los efectos del cobro por equipaje causan un doble perjuicio, gravan la facturación de mercancía de pequeño volumen –ilustrada en el caso del vino, el queso o productos menorquines que salen a modo de souvenir– y penaliza al pasajero no residente que usa las líneas regulares para sus vacaciones. Los anuncios de protesta y negociación de las autoridades menorquinas y autonómicas ante lo que se consideró una nueva discriminación se diluyeron en la medida que cesó la respuesta social, bastante más débil que la opinión pública canaria, donde ambos actores combaten con más energía y mejores resultados.