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Era, el suyo, sin duda, uno de los empleos más extraños, secretos y extravagantes de cuantos había creado, "digitalmente", aquella institución autonómica. Igor había tenido suerte, después de todo. Tras la muerte del queridísimo doctor Fronkenstein, y tras haber aceptado un pequeño papel en una conocida producción de Mel Brooks, acceder a aquel curioso cargo en el "Consejo" insular había constituido, sin duda, un golpe de fortuna. ¿Su trabajo? Igor, probablemente, lo calificaría de fácil, placentero y muy bien remunerado. Lo suyo era redactar títulos que pudieran dar pie a inútiles estudios que, con posterioridad, la Institución encargaba a empresas y personas varias. Informes que se costeaban con el superávit del "Consejo", modelo de austeridad y adecuada gestión económica y de auto-gobierno. Así, la Institución, con colaboraciones varias, había logrado pagar todas las ayudas a la dependencia; mejorar la seguridad ciudadana; adquirir al Ministerio de Defensa un recién clausurado hospital y convertirlo en un modélico centro geriátrico con apenas algunas modificaciones; acabar con las aulas prefabricadas de los centros en los que, antiguamente, no se podían impartir clases los días de lluvia o de excesiva humedad; construir otra carretera general que permitiera al conductor escoger entre multitud de opciones; reducir a cotas ridículas el número de cargos y prebendas; conceder ayudas a los jóvenes para la adquisición de la primera vivienda sin cobrársela, con posterioridad y alevosía, a la hora de tributar, etc… ¡UF!

Convertida, pues, la comunidad en un edén indiscutible, la Institución ya no sabía en qué gastar sus euros… De ahí la creación del cargo de Igor. Un cargo secreto (las oficinas se encontraban en los sótanos y de él sólo tenía constancia el Presidente y un par de consejeros), pero extremadamente útil. Igor ya había ideado algunos titulares, comprobando, más adelante, como éstos se habían mudado en serios estudios subvencionados por la Institución. Entre ellos destacaban: "Influencia de la posidonia en las alergias anales del turismo anglosajón durante el bienio 2012/2013" (25.000 euros); "Estudio sobre quién conduce mejor en primavera: si los daneses o los alérgicos al polen" (30.000 euros); "Influencia de los senos y muslos de las misses, en los concursos de belleza, en el conocimiento europeo de la Isla" (10.000 euros) ; "Cómo combatir el intenso tráfico producido, diariamente, en el único carril bici de la ciudad de Levante" (35.000 euros) y "Precauciones varias (y visto lo visto el año anterior), a la hora de nombrar futuro pregonero de la ciudad" (por tasar)…

Igor era feliz, aunque aquel viernes andaba un tanto preocupado por su escasez de ideas. ¡UF! Y a la Institución le urgía encargar un nuevo estudio con el que espachurrarse otros 20.000 euros. ¡Bendito superávit! Pero Igor siempre había sido un tío con suerte. A la salida del "Consejo", en la plaza de la "Fioespera", se topó con un grupo de restauradores del puerto, disfrazados de adolescentes, que, a modo de protesta y reivindicación, hacían "botellón", dirigidos por Manol Tora, emblemático ceramista isleño. Otro tanto-le informaron- ocurría, y de forma simultánea, en la "Plaza de la Carta Magna constantemente en obras" y en la plaza "Mirinda". ¡UF! Se lo pusieron a huevo. El nuevo título rezaría: "Efectos sicosomáticos que padecen nuestros dirigentes cuando los problemas de sus administrados les tocan de cerca". "¿50.000 euros?"-se inquirió-. "50.000 euros" -se dijo, reafirmándose, satisfecho, en la tasación-. Y es que Igor, efectivamente, era un tío con suerte…