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Francia, y no sólo ella, está viviendo cambios importantes en materia social. El Gobierno de Sarkozy ha desmantelado 128 campamentos gitanos, ha expulsado del país a casi mil personas de esta raza, y ha anunciado que hará lo mismo con los delincuentes reincidentes o los inmigrantes que ejerzan la "mendicidad agresiva". Estas actuaciones, que al parecer son aceptadas discretamente por buena parte de la sociedad francesa, contradicen el lema nacional de "liberté, égalité, fraternité". El ministro de Interior francés se pregunta si "hay que cerrar los ojos cuando uno de cada cinco delitos está cometido por un rumano". Asociar delincuencia con una raza, una nacionalidad o un grupo es muy peligroso y fomenta el racismo y la xenofobia. El Papa Benedicto XVI, la ONU y otros organismos han denunciado la política francesa, lo que no ha evitado que Sarkozy desarrolle todavía con más ímpetu lo que denomina el plan de lucha contra la delincuencia asociada a la inmigración. Hace unos meses, el Gobierno de París promovió una consulta para recoger opiniones sobre qué significa ser francés. En Alemania se ha levantado otra gran polémica por un libro del ex ministro de Finanzas, que ha declarado que no quiere que sus nietos hereden un país "mayoritariamente musulmán". Sembrando miedo se recoge odio.