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Los socialistas Marc Pons, Vicenç Tur y Pilar Carbonero aspirarán en 2011 a mantener sus actuales sillones en el Consell, Maó y Ciutadella sin haber sido nunca antes los número uno de una lista electoral. Es decir, su cara aparecerá por primera vez en los carteles, se someterán por primera vez al veredicto del pueblo, se estrenarán en una cacería de votos, y los tres, casualmente los tres, lo harán con la ventaja de tener experiencia en sus puestos, con todas las fotografías, el bagaje y el protagonismo popular que esto conlleva. La fórmula no es nueva. Se llevó a cabo en Alaior con un éxito rotundo que acabó con Pau Morlà en una alcaldía que nunca ha sido fácil para el PSOE, y lo hizo Arturo Bagur en su día al suceder a Carreras-Moysi. Los casos de Tur y Pons han repetido este mismo patrón. Se presenta un valor seguro, gana las elecciones por inercia y al cabo de unos meses cede la poltrona a su delfín para acometer otros menesteres teóricamente superiores e irrenunciables. En Ciutadella el proceso tuvo unos matices más complejos y se gestó en la oposición. Evidentemente, los protagonistas nunca van a admitir que estas triquiñuelas estaban previamente programadas, pero asumir que estas coincidencias han sido sólo fruto de la casualidad supone un acto de fe de muchísima envergadura.