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Antes, hace mucho, al que era tonto se decía que estaba tocado del ala. Ahora, en nuestro días, ya no basta serlo, con parecerlo es más que suficiente. A mí personalmente el ministro José Blanco, desde que cambió de cartera, me estaba cayendo mucho mejor. Atrás dejó o camufló sus intervenciones normalmente impregnadas de mal carácter, de poca "mano izquierda" en un ministro que lo es, por unas intervenciones más suaves y benevolentes, conciliadoras, dialogantes. Me gustaba sin enamoramientos sospechosos hasta hoy en que, desde su atalaya, ha dejado en "blanco" a los residentes de nuestro archipiélago y concretamente, dada su especial peculiaridad, en mayor grado a los que residimos en Menorca. El ministro va a ser "blanco" de todas las iras, de las de muchos de su mismo partido, de la oposición (cómo no) y hasta del que no ha votado en su vida porque no hay herida más sangrante que la que proporciona el roce de un billete de 50 € en la mano, cuando lo sacas del bolsillo sin explicarte el porqué. Blanco, que tiene nombre de carpintero sin ser bíblico, se ha cargado o intenta cargarse todas las carpinterías de nuestro archipiélago y si no hay carpinterías, no habrá quien pueda construir nuevas mesas de negociaciones y sin negociaciones tampoco se llega a acuerdos. Alborotados están Antich y el resto de monaguillos y con razón, porque ven que se les escapa la misa de sus manos y es que es cierto que el amor es ciego, pero no tanto, no debería serlo hasta el punto de confundir lo nebuloso con la realidad. ¡A ver cómo lo hacemos, muchachos!