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En un enfrentamiento verbal entre la vicepresidente primera del gobierno y la portavoz del PP en el Congreso, la primera ha manifestado un gran enfado, terminando con estas palabras, "son ustedes la derecha más rancia".

En Europa, desde las revoluciones burguesas del Siglo XIX, con unas democracias ya consolidadas, los conceptos de derecha e izquierda no tienen el menor sentido. Se habla, eso sí, de partidos conservadores, liberales, socialdemócratas, etcétera, pero el falso dilema "derecha-izquierda", ha dejado de tener virtualidad, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial.

Hay, por lo tanto, un respeto ideológico al adversario, una aceptación de la alternancia como base del sistema democrático, un debate serio de ideas, en lugar del insulto permanente sobre si eres de derechas o no, si facha o no.

En España, en cambio, no. Todavía hay líderes de la izquierda representada por Zapatero que han vuelto al uso del lenguaje más propio de hace cien años, el mismo que provocó un enfrentamiento civil entre españoles.

Teresa de la Vega se ha equivocado. Se puede comprender que como ser humano pueda perder los nervios pero como un alto cargo, con responsabilidad ministerial, no puede hacerlo. Debería aceptar las críticas, someterlas al juego de control parlamentario propio de un régimen avanzado como debería ser el nuestro, responder con elegancia y solvencia, pero no, ha optado por el clásico "derecha rancia", a punto de afirmar, lo de "son ustedes unos fachas", pero, llegará, más pronto que tarde.

Un tolerante de verdad, ya esté militando en el PP o, incluso, porque los hay, en el PSOE (versión socialdemócrata), no utilizaría en ningún caso tales calificativos despreciativos. El problema es que, tras treinta años de democracia formal, todavía padecemos a una izquierda ridícula, raquítica y desinformada, que tiene apego a un lenguaje del pasado, en lugar de ofrecer una versión moderna y socialdemócrata de verdad, equiparable a nuestros vecinos del Norte.

Lo mejor que podría hacer la Sra. vicepresidenta es propiciar su jubilación anticipada, dejando que una nueva generación de socialistas más preparados y menos adoctrinados puedan renovar las bases del PSOE. Al menos, de este modo, podríamos tener una alternativa seria para los votantes. Ahora, sinceramente, con este equipo de sectarios, no.