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Según se comenta en los últimos días, Osama Bin Laden no esta viviendo en una aislada cueva en la zona montañosa de Chitral, junto a la frontera con China y el valle de Kurran, fronteriza con la región afgana de Bora Bora, uno de los bastiones talibanes, sino que estaría viviendo en una confortable casa en el noreste de Pakistán.

Para mí, esta versión me parece rocambolesca y me atrevo a decir que puede ser una táctica de los servicios de espionaje de los Estados Unidos (EE.UU.) para presionar Pakistán de intensificar las operaciones militares pakistaníes en la región donde precisamente el ejército pakistaní no quiere aventurarse. Esta hipótesis adquiere veracidad cuando se considera que Washington necesita obtener un determinado apoyo paquistaní en la región, porque la cúpula militar de EE.UU. no está convencida de que los esfuerzos de la OTAN en la región están produciendo los resultados esperados.

De ser veraz la presencia de Osama Bin Laden en tan idílico entorno, el ejército estadounidense hubiera ya reducido a cenizas dicha casa con aviones no tripulados, sin preocuparse por los daños colaterales que tal iniciativa hubiese desencadenado. Por otra parte, la opción militar destructiva contra Bin Laden no serviría los intereses de los órganos de inteligencia militar, porque Bin Laden vale más vivo que muerto, dado que su captura procuraría unos serios datos estratégicos sobre el entramado de Al Quaeda en el mundo. Además, los paquistaníes opinan que la captura de Bin Laden por los EE.UU. no es primordial en la agenda militar porque la desaparición de Bin Laden en la región privaría de la presencia militar en la zona. No obstante, tanto las fuerzas militares especiales como regulares peinan constantemente el terreno afgano y fronterizo paquistaní para localizar a Bin Laden, sin éxito hasta el presente. Parece peculiar que después de nueve años de búsqueda, con veinticinco millones de dólares por la cabeza de Bin Laden, no se haya conseguido capturarlo.

No se puede descartar que el actual conflicto militar en Afganistán haya eclipsado el interés de EE.UU. por capturar a Bin Laden y a su "mano derecha", Ayman Al Zawahiri, protagonistas y líderes ambos del atentado del 9/11/2001 de Al Quaeda contra las Torres Gemelas de Nueva York.

Es preciso recordar que no se pueden confundir y es preciso diferenciar Al Quaeda de los talibanes, porque el primero no tiene ninguna similitud con los segundos. Tengo que puntualizar que los talibanes no tuvieron ninguna relación con la destrucción de las Torres Gemelas y si la cruzada contra Al Quaeda tiene su principal foco de atención en Afganistán, podemos concluir que la detención de Osama Bin Laden y Al Zawahiri no tiene ahora tanta importancia y que este desinterés puede augurar un eventual acercamiento a las posturas conservadoras en buscar una solución negociadora al conflicto en Afganistán entre la OTAN (leer EE.UU.) y los talibanes.

El movimiento terrorista Al Quaeda no necesita hoy en día a Osama Bin Laden, porque aunque se le puede atribuir ser el símbolo del movimiento Al Quaeda, no es un director orgánico del elemento terrorista. Está probado que Al Quaeda es un minúsculo movimiento terrorista internacional (La CIA cita que operan sólo 50 terroristas de Al Quaeda en Afganistán), tiene sus peculiaridades. Por ejemplo, Al Quaeda en el Magreb, que se concentra en la lucha contra los franceses, no es lo mismo que Al Quaeda en Afganistán. Esta diferencia es palpable y no me extrañaría que pueda eventualmente propiciar la anhelada oportunidad para la OTAN (leer EE.UU.) de negociar una honorable terminación del conflicto armado en Afganistán, y consecuentemente separar los "malos" (Al Quaeda) de los "buenos" (talibanes).