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A todos los que alguna vez escribimos para los demás en un medio de comunicación nos resulta más gratificante hacerlo para resaltar una buena acción, para elogiar a un grupo de personas o para agradecer la existencia de una institución. Parece menos comprometido que el artículo centrado en la reivindicación, el lamento o la denuncia. No digo que siempre sea más cómodo o tenga menos riesgos la alabanza o el elogio porque, en este caso, se nos puede acusar de adulación o de vanagloria ya que únicamente reseñamos aspectos positivos de una determinada cuestión o aquello que regala el oído o la vista del interesado.

Y la triple finalidad que señalaba en las primeras líneas encaja perfectamente cuando se trata de hablar de Manos Unidas, organización muy conocida y estimada por todos, que nace por impulso de las mujeres de Acción Católica en el año 1959. Y no temo ningún tipo de acusación por el motivo de centrarme en lo positivo. Porque es excelente acción el que se quiera luchar y acabar con el hambre en el mundo. Porque merece toda clase de elogios y reconocimientos el grupo de personas que, voluntaria y desinteresadamente, dedica muchas horas de sus vidas a trabajar a favor del prójimo. Porque es muy digna de gratitud una institución con más de 50 años de existencia en nuestro país, también en nuestra diócesis, promoviendo infinidad de proyectos de desarrollo en los países más pobres de la tierra.

El agradecimiento de la sociedad española a Manos Unidas se ha manifestado últimamente en la concesión del premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2010. Ha sido un acertado y merecido reconocimiento. Nunca pagará nuestra sociedad con palabras o con premios las acciones benéficas de tantas personas y durante tantos años desarrolladas a favor de los pueblos más necesitados de nuestro mundo. Se ha reconocido y se ha agradecido porque existe dentro una imponente realidad personal e institucional con muchas horas de dedicación y desvelos.

También nuestra diócesis, toda la sociedad menorquina, quiere mostrar su gratitud a todos los miembros que aquí forman parte de esta organización. Es una obligación y un honor felicitarles por el gran premio concedido. Todos conocéis a personas de la Isla que están vinculadas a Manos Unidas y, me parece, admiráis su constancia y su trabajo. En estos últimos días el presidente diocesano y su junta directiva han recibido parabienes y felicitaciones de muchas instituciones, de las autoridades y de personas anónimas tanto por su trayectoria como por el premio. Aprovecho, por mi parte, este escrito para convertirme en el portavoz de nuestra comunidad diocesana en la felicitación y reconocimiento sincero a todos y cada uno de sus miembros. Ellos mismos, me han comentado, lo quieren traducir redoblando los esfuerzos y la dedicación para atender más proyectos. Desean contar con la colaboración de todos.

Termino con una buena noticia y una invitación. Por diversas circunstancias, la organización diocesana de Manos Unidas, debía abandonar su sede en Maó. Durante meses se ha trabajado duro para conseguir unos locales nuevos para continuar haciendo el bien. Se decidió acondicionar los bajos de la casa parroquial de Santa María y ha quedado un local perfecto para los necesarios talleres y la tienda correspondiente en la parte más céntrica de la ciudad. No debo descender a relatar detalles concretos de la forma cómo se ha hecho la operación del cambio de sede pero es obligado que manifieste públicamente mi admiración por la mucha generosidad mostrada por las personas que han proyectado, han organizado, han realizado y han financiado las obras. Esto sólo ha sido posible por la fe en el Señor, por la confianza que gozan los responsables y por el amor a los hermanos. Todos damos gracias por ello.

La invitación a todos para que podáis participar en la bendición de los nuevos locales que tendrá lugar el próximo miércoles, día 3 de noviembre, por la tarde. Ha comprometido su presencia para esta bendición el consiliario nacional de Manos Unidas, Monseñor Juan José Omella, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.

La jornada terminará con una conferencia del mismo Monseñor Omella en la Casa de la Iglesia a las ocho de la tarde con el título de "Presente y futuro de Manos Unidas". No podíamos contar con mejor ponente para una ocasión tan significativa para nuestra sociedad en general y para nuestra diócesis en particular. Es un tesoro tener a personas y organizaciones de esta categoría que dignifican las acciones humanas y nos hacen más sensibles a todos para responder a las grandes necesidades ajenas.