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Ni las quejas ni los argumentados artículos en prensa diaria o especializada ni los chistes sandungueros ni Obama ni Zapatero. Al final pasa lo que pasa y es un hacha la que corta el bacalao. El bacalao o la leña de casa de Pat Palmer. Ha tenido que viajar esta señora de Londres a Menorca con un hacha herrumbrosa para acabar de validar la convicción compartida por centenares de usuarios de líneas aéreas de que, llegado el caso, los engorrosos controles de seguridad no sirven de nada. No será así pero lo parece y lo de Palmer no ayuda. Y es que el episodio del hacha viajera tiene su tema. A todos nos pasa, sales de viaje y a última hora metes esto o lo otro y acabas llegando al aeropuerto que te faltan manos y con el bolso, la maleta de mano y/o la bandolera de turno a punto de reventar. O no, porque si esta sonriente británica llevaba un hacha en su equipaje de mano - artículo de primerísima necesidad donde los haya- pensando que la había embarcado, es que está acostumbrada a portar consigo todo lo indispensable para cualquier contingencia imaginable. ¡Claro que sí, Pat, mujer prevenida vale por dos!