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Lo explicaba recientemente un misionero con años de experiencia en África, los pobres cada vez son más y son más pobres. "Ha aumentado el número de personas que vive bajo el umbral de la pobreza, una magnitud que atiende a un mínimo diario calculado en dólares de 1993, más valiosos que los de ahora", advertía. En plan casero, el balance de las casas de acogida de Menorca refrenda esta afirmación. La estancia de los usuarios de este recurso se alarga, lo que equivale a decir que los motivos de exclusión se cronifican, que hay personas que no consiguen salir del atolladero al combinarse circunstancias personales con frecuencia complejas con una situación económica deteriorada. Nuestros pobres no copan las puertas de las iglesias o de los supermercados ni habitan en los cajeros, pero están ahí. Esperando nuestra atención, nuestra generosidad, nuestra disposición a compartir las oportunidades de las que nosotros gozamos y que nos permiten llevar una vida normalizada. Ser capaz de compartirlas supone ser capaz de generarlas en primer lugar y en esto todos deberíamos contribuir.