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A Helena

Aquí, de vuelta

A lo largo de las jornadas en el Camino a Santiago (o a Finisterre, según) me preguntaba yo continuamente, sobre todo en los momentos más bajos, ¿qué hace un chico como tú en un sitio como éste? Y sin embargo continuaba avanzando a pesar de las fatigas, calor, frío, alguna pasada por agua, los siempre posibles ataques de chinches en albergues incontrolados por Sanidad, que son los que ya sabemos. Penalidades compartidas también con alegrías y algunas euforias sobrevenidas a pesar del cansancio físico de esas etapas que al final de la mañana parecen alargarse ad infinitum.

Al final la conclusión -mi conclusión- ahora que los recuerdos comienzan a sedimentar convirtiéndose todos en agradables, aun los peores, es: lo he hecho por el reto.

Siempre el reto, ahí esperándote, antídoto contra el aburrimiento (el aburrimiento per se no existe, los que existen son los aburridos). Una de las formas del transcurrir del tiempo vivido con intensidad consiste en una serie sucesiva de retos; una especie de "yes, we can", parafraseando a ese Obama que ha nacido demasiado pronto para convertir a los WASP del lasser faire en seres socialmente civilizados. Sí, yes, I can, que sería una versión anglosajona del "lo hise, lo hise" del Forges.

El Reto, sí, ahora con mayúsculas; el reto hasta que la muerte nos separe, a mí y al reto; el reto, junto a la curiosidad, como forma de vida.

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Doctor en Historia por la UIB
terronponce@telefonica.net
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