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No es nada nuevo. Tan sólo el miedo que os envuelve al percibir que, tras una prolongada caída, el momento del impacto final es inminente. Lleváis muchos años ya yendo a votar como ciegos. Ciegos invisibles, pero reales. No lleváis lazarillo, aunque os haría falta. Tampoco oscuras gafas de sol. Aunque no veis. Tampoco os asiste un bastón con el que guiaros. Vuestro socorro es, en demasiadas ocasiones, que no todas, la inercia; el voto inamovible, cuando no fanático; el odio heredado; la incapacidad absoluta para efectuar un análisis previo… Y los colegios electorales se mudan, cada cuatro años, en sedes de la "ONCE", pero sin la eficacia de ésta…

- Pero no es culpa vuestra –te objeta un Roig adormecido sobre el sofá-.

- No. Sólo en parte…

¿Quién se molestó, efectivamente, en explicaros su programa electoral?

- Se contentaron con escupiros algunos titulares agresivos –te susurra un Roig redivivo-.

- Y es que, y por poner sólo un ejemplo, los políticos no son como los profesores –le contestas-.

Los ojos de Roig te exigen una explicación…

Los docentes –lo sabes– redactan una programación anual. Deben tener claro qué van a explicar, cómo, cuándo, con qué, por qué… Se les exige, igualmente, una temporalización y unos resultados. Trimestralmente deben dar cuenta de su gestión, analizando, si se tercia, las causas de lo negativo y adoptando las oportunas medidas correctoras, de las que tendrá que hacerse un seguimiento. Cuentan con estudios universitarios. Han pasado por cursos de capacitación pedagógica. Se enfrentan a unas oposiciones y su puesto de trabajo nunca les ha sido dado "digitalmente". No cobran lo que un político. Y cuando corrigen (esa tarea ardua y frecuentemente descorazonadora) no cobran dietas…

- ¿Por qué a los políticos no se les exige algo igual? –te reclama un Roig divertido–.

Y, sin saberlo, acaba de formular una pregunta retórica. No hay respuesta…

Los ciegos están cada cuatro años, sí, frente a las urnas. Sin conocer qué es lo que el profesor va a explicar, ni con qué medios cuenta, ni si está capacitado para ejercer la cosa pública. Lo que sí sabe, a estas alturas, es que, probablemente, no cumplirá con la programación y que, una vez en el aula, hará lo que le plazca, sin que tenga que rendir después cuentas a nadie… Únicamente a otros ciegos, al cabo de otros cuatro años, en esa misma sede de esa alegórica ONCE…

Porque votáis, frecuentemente, con la entrepierna, que no con la razón…

- Y ahora os escandalizáis de algunas campañas electorales catalanas –te reprocha Roig–.

-El nauseabundo vídeo de las juventudes del PP o el voto convertido en orgasmo del PSC no son –me temo– más que el impacto final de un prolongado descenso, sí… Lo aprendieron hace tiempo…

-¿El qué? –pregunta Roig.

- Que lo que vende es lo barriobajero, los "sms" teñidos de dolor y sangre en plena jornada de reflexión, el insulto, la degradación, el barro, el deshonor, la inmoralidad, el chiste fácil, el estereotipo punzante, la frase eternamente repetida, el "argumentario" dado por los jefes, la banalización…

¿Recuerdas? La recuerdas perfectamente. Recuerdas aquella campaña electoral ejemplar. La única así por ti vivida. Aquella en la que hubo propuestas. En la que no anidó el odio, pero sí la explicación de lo que se pretendía hacer. Los insultos no encontraron cobijo en su seno. Y si hubo palabras, fueron palabras de reconciliación y pacto. Fue ejemplar. La firmó, en plena "travesía del desierto", un hombre llamado Adolfo Suárez…

- ¿El partido?

- El "CDS"…

- ¿Y?

- Fue un fracaso…

- ¿Por…?

- A los ciegos les incomodaría, probablemente, la repentina luz de la honorabilidad y la decencia…