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Rodrigo Márquez, Cid Campeador sevillano que, en ausencia, abatió el pasto del jardín. La asociación con quien, según leyendas, ganó batallas a los moros después de muerto, no es arbiatraria. El andaluz también pasó de "alférez del rey", encargado de empresa, a víctima de la "ira regia" de la patronal por un aumento de salario, lo que implicó el rompimiento del contrato, el destierro al paro y la conquista del INEM. Pero aún así no abandonó a su "mesnada" de compañeros.

Un colega en desgracia rentó su casa a un jubilado durante los meses que duró su nuevo trabajo de temporada. El inquilino le dejó el jardín como si de una selva se tratase. Al regresar el dueño, con la pequeña bordeadora de pelo a disposición, fue incapaz de cortar semejante cantidad de maleza. La opción de comprar otra máquina de gasolina o eléctrica más potente era remota por cuestión lógica: hacer más difícil el milagro de subsistir aumentaba el riesgo de que se rompiese otra cuerda más importante que la que se gastaba contra los ladrillos del cantero: la del salvavidas del subsidio. En fin, lo de siempre: precariedad, audacia y la suerte de tener amigos. Y en el desordenador de la cabeza apareció el recuerdo de una cortadora arrumbada entre los cachivaches del trastero: un presente del solidario caballero emigrante, Márquez Rodrigo, que rescató hace años de la basura y donó al compañero de desventuras Quiero y No Puedo.