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El resultado de las elecciones autonómicas en Catalunya motiva un análisis político con parada en el derrumbe de los socios del tripartito, el ascenso del PP, el aviso de los electores al presidente del Gobierno del Estado, y la evolución del voto independentista. Sin embargo, el motor del cambio no ha sido de raíz política, sino social, profundamente marcado por la crisis económica. Se ha puesto de manifiesto que los votos que deciden el resultado de unas elecciones no son dependientes de las ideologías, sino que responden a otras prioridades de los ciudadanos, acuciados por los efectos de la recesión. Así se explica que después de una campaña electoral decepcionante, se haya incrementado la participación. Es decir, los ciudadanos se han movilizado para conseguir un cambio de gobierno en la Generalitat. Esa lección sobre la ausencia de propiedad del voto afecta también a los cargos electos. La declaración de Artur Mas de que "somos servidores de Catalunya" está bien orientada y más lo está el anuncio de las primeras medidas que adoptará al frente del Govern, la reducción de consellerías y la aplicación de medidas de austeridad. Los ciudadanos han hablado y esperemos que se les escuche.