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La sociedad occidental ha derivado en un sistema de valores, administraciones públicas, aspiraciones personales, comunicaciones, redes familiares y motivaciones empresariales con unos parámetros perversos. El caso de César es un síntoma alarmante y muy significativo. Hacienda controla todos nuestros movimientos económicos. Se ha creado un entramado de normativas y procesos burocráticos monstruoso, que somete al ciudadano a una esclavitud totalmente desproporcionada. Un señor de una compañía telefónica nos llama a casa y sabe nuestro nombre y lo que pagamos por el ADSL. Tenemos a nuestro alcance sistemas adictivos de comunicación inmediata. Empresas de servicios por internet pueden rastrear nuestros gustos, vicios y miserias. Todo está sometido al control de la estadística. En miles de despachos se acumulan millones de papeles estériles por triplicado. Este sistema asfixiante permite, no obstante, que un niño no exista durante dos años. El cuerpo de César se pasó 28 meses en una maleta sin que nadie lo reclamara. Ni un colegio, ni un pediatra, ni un familiar, ni un allegado, ni el papá Estado que todo lo controla. No hay que culpar a nadie. La madre ha confesado. Ella es la única culpable. Pero si nadie detecta la ausencia de un niño en 28 meses es que algo falla en un sistema que está claramente enfermo. Algo muy gordo.