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El más duro reproche es también el mejor elogio, "para lo único que sirves es para escribir", son palabras de la mujer de Vargas Llosa oídas en el discurso del Nobel en la Academia sueca. El texto del escritor es oro puro, bellísimo en fondo y forma, de alto valor literario, perfección lingüística y profundo calado filosófico. Aquellos que aman la creación y gustan de la reflexión y el pensamiento, deben leerlo en su integridad. Valgan algunas muestras. "La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del hombrecito que era yo el universo de la literatura", "leer es protestar contra las insuficiencias de la vida", "la buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres, y prejuicios que nos separan", "la literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana". Pero al escritor comprometido no le basta el juego de las palabras y contar historias interesantes o intrigas apasionantes, "defendamos la democracia liberal que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia...", "detesto toda forma de nacionalismo, ideología -o más bien, religión- provinciana, de corto vuelo, excluyente", "la patria no son las banderas ni los himnos... sino lugares y personas, un hogar al que podemos volver".