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Se cumplen seis años del tsunami que arrasó el sudeste asiático, aquella ola gigante que se llevó por delante vidas humanas, casas, humildes negocios y lujosos complejos hoteleros, ilusiones y proyectos de futuro, y que generó una ola aún mayor de solidaridad, gracias a la cual arribaron a las tierras devastadas hasta 13.000 millones de dólares. Esta cifra récord fue el resultado de la generosidad de miles de ciudadanos anónimos a los que conmovieron las imágenes de una desolación coincidente con una época, en teoría, dulce del año, la Navidad. Aquel maremoto, además de remover conciencias y bolsillos como nunca antes había sucedido, modificó la manera de afrontar las catástrofes por parte de instituciones y organizaciones no gubernamentales y, seis años después, supone un toque de atención para todos los que en su día contribuyeron con su altruismo a intentar paliar las consecuencias del desastre. Sigue siendo necesaria la ayuda allí, en Haití o en Pakistán, países devastados por la pobreza y la fuerza de la naturaleza, y sigue habiendo quien sabe cómo canalizarla haciendo que fructifique. ¿Les ayuda usted?