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La noticia, más que relevante, era significativa. Ocupaba el lado superior izquierdo de la portada del "Menorca" del pasado domingo. Bajo el titular de "Los comedores de los colegios pierden "matrícula", rezaba así: "La asistencia baja casi un veinte por ciento. Muchos padres no pueden pagar cien euros al mes". Se la comentaste a Roig, que se mudó en un Roig cabreado. Guiado por esquemas muy simples -y generalmente verdaderos- Roig sólo se deja inmutar por lo que hiere al hombre en su dignidad, mientras permanece generalmente ajeno a todos aquellos mensajes que hablan, en conocido trío, de fama, poder y dinero. La mañana es fría. En muchos sentidos. Y arranca con mal pie para tu fiel compañero, porque -lo sabes perfectamente- nada de lo humano le es ajeno…

- ¿La crisis? -te pregunta-

No espera respuesta. A esa, no… Pero probablemente sí a la que formula a continuación:

- ¿Y no podéis hacer nada?

A Roig le incomoda la abulia, la resignación, la renuncia a la utopía… Si pudiera te recordaría que, en su búsqueda, se conquistó el voto para las mujeres, se implantó el horario de los tres ochos, se abolió la esclavitud… Él tiene su particular programa político. Pero se calla. No puede verbalizarlo. Probablemente en su introducción incluiría unas palabras de Teresa de Calcuta que ahora actualizas de manera no literal: "una gota no hace mar, pero el mar sería menos mar sin esa gota".

- Algunas acciones podrían emprenderse -le respondes-. Serían puntuales, incompletas por sí mismas, aunque, al sumarse, mejorarían de hecho la situación y de manera notable…

En el programa de Roig se retirarían las subvenciones a los sindicatos, para que estos, y en buena lógica, vivieran de las cuotas de sus afiliados. Este hecho facilitaría, con toda seguridad, la vuelta a sus orígenes, a sus esencias y favorecería una independencia que nunca hubieran de haber perdido. Haría otro tanto con el cine español, al considerar que en la calidad del mismo anida su sustento y no en el regazo de un proteccionismo interesado. Roig eliminaría el Senado, dada su manifiesta inutilidad, aún más teniendo en cuenta que la representatividad territorial está ya eficazmente cubierta en la España de las autonomías. No contento con lo anterior, haría incompatible por ley que los ex-presidentes pudieran cobrar, simultáneamente, dos sueldos: el que emerge del Estado -a rebajar y en considerable cuantía- y el que surge de entidades privadas. Otro tanto haría con multitud de cargos y ex cargos públicos. La reducción radical en las pagas de los diputados -necesaria y ejemplarizante- ocuparía un epígrafe significativo. El borrador de Roig estipularía, igualmente, topes de gasto en las autonomías y las obligaría a establecer un porcentaje determinado en sus presupuestos para el pago de la deuda contraída. Y con el resto, pues, eso: a priorizar.

- ¿Y? –le preguntas-

Si pudiera Roig te hablaría de las tres preferencias presupuestarias: sanidad, educación, pensiones y tercera edad. Continuaría con la anulación de la condición de funcionarios a aquellos que la hubieran obtenido digitalmente y no por oposición y emprendería una cruzada contra el delito fiscal y sus paraísos, aumentando de forma notoria los impuestos en las rentas más altas…

- ¿Podrías?

- ¿Por qué no?

- Habría muchas y muy variadas reacciones. Algunas, incluso, violentas…

- Al dirigente se le supone valentía. Aunque sea un cobarde…

- ¿Cómo?

- Lo aprendí en un cómic de Astérix. Decía algo así: "No se puede ser valiente sin tener miedo. El verdadero valor consiste, simplemente, en saber vencer el miedo"

- ¿Y si todo lo anterior no fuera aún suficiente? ¿Si, después de todo, no hubiera mar?

- Habríamos dado ejemplo… Y no se puede gobernar desde otro lugar que no sea, precisamente, ese. Así, si se tuvieran que exigir al ciudadano nuevos sacrificios, se los podríamos pedir desde la coherencia. Y el ciudadano, probablemente, estaría entonces, y sólo entonces, dispuesto a efectuarlos, al sentirse arropado…

En su "programa" Roig no obviaría, sin duda, el tema de la ética. Ocuparía, en él, un papel primordial el capítulo dedicado a los valores morales -laicos y/o religiosos- que favorecieran, de una puñetera vez, el entendimiento. Exigiría campañas limpias y austeras. Pediría que no se jugara con la crispación. Barrería bandos y divisiones. Establecería mecanismos para que las lenguas se desarrollaran y enriquecieran sin enfrentamientos, respetándose y basándose en el hecho axiomático de que nadie debe crecer a costa del otro. Propugnaría una verdadera tolerancia. Y favorecería, finalmente, lazos cordiales entre personas separadas por su ideología, pero unidas por su humanidad…

- Es un sueño, Roig, únicamente un sueño…

La luz que brota, ahora, feroz, de sus ojillos ya envejecidos, presagia una respuesta fulminante. Y, reactualizando el inicio del artículo, te espeta:

- También lo fue, en su día, el voto de la mujer, la jornada laboral de los tres ochos y la abolición de la esclavitud…

El programa de Roig es bastante completo. En su epílogo no se olvida tampoco de cada uno de vosotros (tú incluido). Y en él os pregunta si no vivisteis por encima de vuestras posibilidades, sino fuisteis también niños estúpidos al querer ser iguales o más que el vecino, localizando, erróneamente, allí la felicidad… Si realmente necesitabais cuatro móviles, dos coches, cuatro televisores y dos viviendas… Si…

Roig conoce la diferencia que existe entre un político y un estadista. La definió Churchill. Para Churchill un político era aquel que se preocupaba, únicamente, por ganar unas elecciones, mientras que el estadista, por el contrario, era el que trabajaba por el bien de las generaciones venideras…

- ¿Nos faltan estadistas? –le inquieres-.

Es -y Roig lo sabe- otra pregunta retórica. Acurrucados sobre el sofá la luz del sol irrumpe con fuerza por las ventanas y juguetea con vosotros. Es hoy un sol puñetero, que alumbra, pero no calienta. Pero, bajo su vívido manto, os dedicáis a soñar en la utopía recién apuntalada. A eso aún os dejan…