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El Pasado año 2010 ha sido el del centenario de la muerte del sucesor de san Juan Bosco al frente de la Familia Salesiana, la cual recibió el don de que al santo fundador le sucediera como Rector Mayor otra persona llena de una santa fidelidad al carisma de la congregación, el cual ha sido ya beatificado.

Se trata de don Miguel Rúa que de un modo muy ejemplar y sin pretender ser una copia del carácter y de las formas personales del fundador, supo seguir las huellas de su santo maestro. Cuando Pablo VI le beatificó, se expreso diciendo: «Hizo del ejemplo de Don Bosco una escuela; de su obra personal una amplia institución, […] hizo del manantial una corriente, y de la corriente un río». Don Rúa siempre actuaba con humildad y discreción. No le faltaban la sencillez y la gracia en sus expresiones. En cierta ocasión hizo este comentario: «Un día me dijeron: Ya que está reemplazando a don Bosco, que era tan milagroso, por favor coloque sus manos sobre una enferma que está moribunda. Yo lo hice, e inmediatamente… ¡la pobre mujer se murió».

Cuando don Bosco iba a veces a celebrar la misa en un colegio de los Hermanos de La Salle, los niños le rodeaban como atraídos por su aureola de santidad. Un día en que les repartía algunas medallas, cuando el niño Miguel Rúa se acercó a él, ya no le quedaban más, y entonces él le dijo: «A ti te doy esto» e hizo como si le entregara su mano». Cuando el joven hubo entrado en el Oratorio de don Bosco, le preguntó el significado de aquel gesto y el santo se lo explicó así: «Quise decir que tú y yo obraríamos siempre ayudándonos el uno al otro». No fue él quien le nombró sucesor suyo, sino el papa León XIII que conocía bien cuán unidos habían estado los dos.

Don Bosco tenía un hermano llamado José con el que siempre se mantuvo muy unido. A la humilde casa de campo en que José vivía llevaba a veces don Bosco a los muchachos del Oratorio, a modo de excursión. Para dormir se alojaban en el pajar, pues no había otra posibilidad. En esta casa se dispuso una habitación como capilla con puerta al exterior. Fue dedicada a la Virgen del Rosario. En ella recibió la sotana Miguel Rúa, el primero de los que formaban el grupo de colaboradores de don Bosco. Era, pues, en la casa del hermano del santo, donde el joven Miguel se incorporó fraternalmente a la familia religiosa de san Juan Bosco, que todavía estaba en sus inicios.

El fundador de los salesianos le predijo a don Rúa que el vería una gran expansión de la Familia Salesiana. «Verás después de mí -le dijo- el trabajo salesiano que crece y va más allá de los confines de Italia y se establece en varias partes del mundo» Y así fue; pero no le faltaron al sucesor bastantes amarguras y sustos. En el terremoto de Mesina quedaron sepultados nueve salesianos y cuarenta chicos; las riadas en Patagonia se llevaron todas las casas de misión edificadas en diez años; en Francia las leyes del laicismo deshicieron todos los colegios religiosos; en el Brasil pereció en un accidente ferroviario, al parecer provocado, el muy celoso obispo Luis Lasagna fundador de los salesianos en Uruguay. Don Rúa sollozando imploraba del Señor que les librara de tan tristes e inesperados sucesos.

Durante los 22 años que don Miguel Rúa fue el Rector Mayor de los Salesianos, o sea, desde la muerte de don Bosco en 1888 hasta la de su primer sucesor ocurrida en 1910, la congregación se extendió por varios continentes y se quintuplicó el número de sus religiosos. San Juan Bosco había querida dar a su congregación el nombre de Salesianos, en memoria y devoción a san Francisco de Sales, cuya santidad se había caracterizado por una constante labor y una singular ecuanimidad y dulzura de carácter. Don Rúa fue siempre muy fiel a esa espiritualidad tan llena de valores cristianos y educativos. La casa salesiana de Ciutadella en Menorca se fundo en el tiempo en que el beato Miguel Rúa era responsable y padre espiritual de esta gran familia religiosa que tan buena labor ha venido realizando en nuestra isla.