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Mucho se ha comentado de aquel lejano 1860 en que la reina Isabel II de Borbón junto a su esposo el príncipe consorte y algunos de sus hijos visitó la Isla. Lamentablemente, las noticias quedan muy vagas, difusas, repitiéndose siempre las mismas anécdotas, su llegada vía Ciudadela debido al mal tiempo y, la trola, que besó uno de los peldaños de la escalera Real de la playa de los Griegos. Ya me gustaría conocer el autor del bolo, de que la Isabelita se arrodilló para besar el suelo y decir aquello de que besaba oro. Esto, señores míos, pueden estar segurísimos que viene a ser el timo de la estampita. ¿Cómo iba a agacharse su alteza con un sobrepeso de más de 130 kilos? Ni tan siquiera se podía contemplar los pies, fue por ello que le instalaron espejos por doquier a lo largo y ancho de sus aposentos, facilitándole que pudiera ver sus zapatos, que le mandaban desde Valencia, donde un zapatero del reino disponía de su ancho especial. Era tal su figura o silueta, que pasaba de un embarazo a otro desapercibido por cuantos la rodeaban, empezando por el Antoñito, que no se enteraba de res.

Llegó el día señalado de trasladarse a la Mola, lo hicieron en dos turnos, primero los militares para que pudieran ver, insisto, todo cuanto se estaba realizando, más tarde llegaría la soberana y su séquito. Martes 18 de septiembre de 1860 el coronel comandante de Ingenieros, Excelentísimo señor capitán general de distrito, S.E. tuvo a bien invitar al Excelentísimo Sr. director general de Artillería D. José de la Concha, para visitar los importantes trabajos de la Plaza de Isabel II fijando la hora, el encuentro se realizó a las seis de la mañana. Saliendo de baixamar, frente a es molí de foc d'en Ládico. Lo hicieron por orden, el general de distrito a bordo de la España, nombre con el que siempre fueron conocidas las falúas del general. La falúa de artillería, ingenieros, etc. Todas ellas conducidas por un patrón y sus respectivos remeros de 8 a 10.
Concurrieron con puntualidad, además de los mencionados generales, el coronel Sancho de la dirección general de Artillería, el de igual clase D. José Maxcorra, comandante de Artillería de la plaza y el de Ingenieros D. Ángel Romero director de los trabajos.

Se recorrió detenidamente el recinto a partir de la puerta de entrada de la parte del mar hasta el baluarte 9, cuyos fuegos situados a la costa, 60 baten la entrada del puerto. Seguidamente se pasó a las baterías acasamatadas situadas en la ensenada del Clot de la Mola. Discurriendo acerca de su magnitud y notable desahogo, con el cual es siempre fácil el servicio de las piezas cualquiera que sea la dirección y circunstancias en que se verifique.

Hecho cargo de esta magnífica situación y del proyecto de las obras que debían coronarla y que dejarían establecidas 52 piezas acasamatadas con otras tantas a barbeta. Se procedió al examen del gran frente atenazado de los Freos, recorriendo el hermoso entrante 5, ya concluido y marchando por la galería de las bóvedas en descarga, hasta el saliente 3, desde cuyas galerías se dominaba esta posición, en la que el enemigo parecía perder todas las ventajas ya que no se hallaba terreno donde desarrollar los ataques, encontrándose a dominio de una manera eficaz, no pudiendo rebotar ni aún contrabatir los fuegos de flanco.

Desde aquel saliente se marchó al entrante 2, cuya excavación en roca caliza y pizarrosa se estaba terminando para dar lugar a la construcción de otro edificio acasamatado enteramente igual al primero.
Los fosos de las baterías del Rey y del Norte, cuyas escarpadas están a media altura, fueron examinados con detención para calcular la influencia que ejercían sobre el gran saliente atenazado. Se examinó después la situación proyectada para los edificios, acasamatados que debían alojar la guarnición, constituyendo por su enlace y flaqueo reciproco un segundo recinto, cuyo planteo estaba trazado con banderolas sobre el terreno. S.E. el general Concha manifestó repetidas veces el talento del jefe de los trabajos de las obras emprendidas así como las terminadas. En aquellos momentos llevaban invertidos unos 43 millones. Honraban al Cuerpo de Ingenieros no solo por lo bien que la fortificación se plegaba al terreno por su solidez escrupulosa y buena forma de todos los detalles de construcción, sí que también por la notable economía con que vio aplicadas unas sumas que se debían sufragar, los inmensos costes de desmonte, el de todos los materiales, los de jornales de operarios forasteros, muchos de ellos y últimamente el de todos los medios de trasporte.

El capitán general que había visitado las obras en el mes de abril manifestó su complacencia por el adelanto, que observó.
El excelentísimo Sr. ingeniero general, que casualmente había llegado a Mahón pocos momentos después que su majestad, designó las 5 de la tarde para visitar La Mola, acompañado de los coroneles, Guatire, Vergara y Yabar. Miembros de la junta superior facultativa del Cuerpo de Ingenieros los dos primeros y comandante exento de las Baleares el otro y del Brigadier Pasarón, coronel también del mismo cuerpo; a todos acompañaban el coronel Romero, jefe de los trabajos y el capitán Esteban, encargado del lugar.
El ingeniero general, recorrió detenidamente todo el recinto como lo había hecho por la mañana. El señor director general de Artillería, recorriendo además la Cortadura del Hornabeque y la cabeza de esta importante obra destinada a defender y dominar el punto más accesible quizás de toda la Mola. Su excelencia manifestó al jefe de los trabajos, que estaba bien convencido de la buena reputación de que gozaba en el cuerpo, pero que las obras contribuían a aumentarla y que desde luego lo haría presente a su majestad manifestándole personalmente lo complacido que estaba. La comitiva abandonó la fortaleza, cuando ya había anochecido, quedando para subir al día siguiente con los reyes.
Miércoles 19 de septiembre 1.860.

A las cuatro y media de la tarde, se dieron cita en los peldaños de la escalera que desde aquel momento se le llamaría, escalera Real, cortada en la peña, en la Cala de los Griegos, para facilitar el desembarque de SSMM al extremo de la escalera se encontraban los carruajes que debían conducir a la reina y sus acompañantes hasta la puerta de entrada, donde se apeó y recorrió el recinto. Como es lógico al pie de la falúa, fue esperada por cuantas personalidades de generales, y demás autoridades le dieron la bienvenida
Acompañaron a la Reina además de la alta servidumbre de palacio el señor ministro de la Guerra, de Marina, y Fomento. El embajador de Francia, el encargado de Rusia, los generales Concha, Prim, Cotoner, Medinueta y Bassols gobernador de la plaza. El ministro de la Guerra se sirvió ordenar al jefe de las obras acompañase a su majestad, para detallar cuantas explicaciones pudieran apetecer sobre el objeto y estado de cada una de las obras. La Reina se sirvió manifestar al digno coronel y director del mismo señor Romero, al examinar las casamatas del Baluarte 9, que estaba muy complacida de la sabia dirección y servicios de los oficiales de Ingenieros que tanto aquí como en otras partes, llevaban sus deberes de un modo notable.

La Reina y el señor ministro de la Guerra, examinaron los planos de los proyectos presentados, y seguidamente después de reconocer las diferentes baterías acasamatadas de aquel entrante y toda la galería del muro en descarga, descendió hasta el Entrante 2, cuya rampa pronunciada quiso su SM subir por su mismo pié.
Al llegar a lo alto de la cuesta, tomo el carruaje, pero su majestad el Rey quiso recorrer a pie todo el frente alto de las baterías de la Princesa, marchando desde allí a la Cortadura del hornabeque, donde quiso en su solicito afán de recorrerlo todo bajar su majestad la Reina.
(Continuará)