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Los alcaldes menorquines dicen verse sorprendidos por la norma de elemental higiene urbanística que obliga a dotar de red de saneamiento los núcleos urbanos. Piden una moratoria, el recurso más fácil, simple y revelador del mal gestor que alega una excepción porque aquí siempre somos diferentes. Pero esta vez no es una diferencia de carácter, de cultura o de geografía sino del ejercicio gandul del cargo público.

El descosido que provoca la ley no es tan grande esta vez porque la situación económica ha frenado de golpe la actividad en la construcción, pero la coyuntura no atenúa la responsabilidad institucional con el medio ambiente, la niña bonita de esta reserva de la biosfera. En nombre de esta marca se ha acordado una inversión millonaria en S'Enclusa sin haber garantizado antes los requisitos necesarios de un territorio que ha de ser mucho más que un paisaje bonito para legitimar esa distinción que nos enorgullece.

Volveremos a escuchar otra vez la escasez de recursos de los ayuntamientos y sus muchas obligaciones. Cierto, de fondos todo el mundo anda mal y en deberes los municipios son especialistas en asumir por devoción o electoralismo los que no les corresponden. Hace un año se han gastado una porrada de millones del Plan E en obras de embellecimiento, no se pensó en las aguas sucias, no estaban a la vista y no suelen dar votos.