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Jueves, 10 de febrero de 2011

Gracias a la globalización podemos ahora disfrutar de verduras y fruta todo el año. Verduras grandes y hermosas,…., pero sin sabor y que solo Dios sabe cómo han sido cultivadas. Ese mercado global no solo nos quita el sentido del sabor, y posiblemente la salud, si no que también impacta negativamente en la agricultura local. Pero los productos son baratos, aunque los que los cultivan ganen una miseria por ello. Beneficios de la globalización.

En USA estamos viviendo una reacción a esta situación. Hace años se introdujo una idea, importada de Europa, la de la agricultura apoyada por la comunidad (CSA). Mi primera experiencia fue en Fairbanks, Alaska, a donde voy a trabajar los veranos. Luego, hace poco la aplicaron algunas granjas aquí en el área de Oak Ridge, y está muy extendida en todo el país.

La idea consiste en que el agricultor vende unas "acciones" a principio de año y se compromete a proporcionar verduras durante el periodo primavera–otoño, unas 25 semanas, a los accionistas. De esta forma, el agricultor tiene un capital disponible al sembrar la cosecha y el cliente verduras frescas y orgánicamente cultivadas durante unos meses. La selección de verduras suele ser variada y en esto está el éxito del agricultor, en proporcionar cada semana a sus accionistas variedad y calidad de verduras.

Recuerdo una semana en que las verduras consistieron en siete pepinos y algo más. Fue como un regreso a las comidas que solía tener en mis visitas a la Unión Soviética en los 80s. No fue una buena recomendación para inversiones futuras en esa granja. Pero el agricultor inteligente evita esos errores. Además suelen experimentar con verduras que son poco comunes y cada semana junto con las verduras nos ofrecen recetas de cocina adecuadas para la selección del momento. La foto muestra un buen ejemplo de una selección semanal. Es de Fairbanks, en donde he tenido la mejor experiencia en ese sistema.

La puesta en acción de la CSA replantea la relación entre el productor y el cliente. La relación se hace más directa, de forma que el cliente puede visitar la granja y ver cómo se lleva a cabo el cultivo. El agricultor por su parte puede responder a los deseo del cliente e intentar experimentos con verduras que ellos deseen.

Todos salimos beneficiados con experimentos de ese tipo. A corto plazo, los productos pueden resultar algo más caros que lo que nos ofrece el mercado global, pero a la larga nos beneficia a todos. Nuestro apoyo a la economía local, como pedía Pedro Luis Pons Goñalons en una carta al diario Menorca hace unos días, es lo que mantendrá nuestros puestos de trabajo a largo plazo.