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Existen claves de Sol, de Fa, de Do y también la llamada clave política favorita de políticos prestos a ejecutarla con los nervios a flor de piel cuando se acerca la hora de las elecciones. Llegado ese momento, resulta curioso observan como afinan sus instrumentos dialécticos con tal de ofrecer persuasivas veladas musicales, (mítines) en las que intentan afinar cuanto saben ante el público para conseguir los ansiados aplausos (es decir votos) y merecer el premio de tocar durante cuatro años en la excelentísima banda municipal o autonómica según sea el caso.

Lo malo, es que los votantes están hartos de que dichos músicos solo intenten dar la nota en esos precisos momentos y escondan su repertorio desafinado para cuando alcanzan el consistorio.

Reconocer en el municipio respectivo a esos músicos extraídos de la meritocracia funcionarial del partido que ya suenan o aspiran a sonar como primeros violines sin otros méritos personales que la habilidad para la manipulación o su paciente sumisión, es labor del ciudadano antes de depositar su voto.

Desafortunadamente, abundan cantantes (candidatos) de escaso talento, salidos al parecer de alguna rancia operación triunfo televisiva. Si a ello añadimos la confusión que tienen algunos de la idea de democracia, propiciada por el ejemplo que dan los partidos imponiendo listas electorales cerradas, (electo político ma non troppo) parece evidente que no todos están preparados para permitirles tocar en el concierto político.

Ahora que los partidos políticos se disponen a presentar a sus candidatos para las próximas elecciones, la sociedad cansada que estos músicos sin arte alguno ocupen puestos de responsabilidad en la administración, debe exigir a nuestros partidos presentar candidatos que sepan dar un Do de pecho. Candidatos que a su capacidad de trabajo unan cualidades técnicas e intelectuales, empatía social, ética y buena educación para respetar al ciudadano sea o no de su misma cuerda. Que sepan dialogar y escuchar a su oponente político sin ofuscarse, que tengan vocación de servicio para con la comunidad y una ambición política sin dobleces alejada de las fotos para la galería, egocentrismos trasnochados o intereses domésticos mezquinos. Está en juego la credibilidad del sistema.

Hacen falta políticos preparados que antepongan los intereses del municipio o de la Isla a los del partido o suyos propios. Que quieran interpretar correctamente la partitura musical (el resultado de las elecciones) con el fin de tocar las melodías que el público desea escuchar, unas veces mambo y otras chá-chá-chá, que para eso vamos todos al concierto. Todos somos ciudadanos, todos votamos. Aceptar y permitir escuchar canciones que no son plenamente de nuestro agrado es simplemente fortalecer nuestro sistema democrático, lo contrario es sin duda manipularlo o debilitarlo.

Por eso, de una vez por todas es importante se entiendan los músicos mayoritariamente elegidos, para evitar aquellos que pretenden colarse en el recinto como artistas invitados sin tener apoyo significativo en las urnas. Este tipo de solistas, hemos podido constatar, suelen no atender al director de la orquesta y sí a su lucimiento personal.

Pedimos en definitiva escuchar a una buena filarmónica en la que ciudadanos, municipios y organismos autonómicos suenen al compás. Esta sociedad que ha hecho esfuerzos para entender lo inentendible y aguantar lo inaguantable se lo merece. La situación exige y nos exigirá cada vez más en el futuro intentar sonar todos a una.
Partidos políticos, de lo dicho tomen nota.

Ciudadanos soberanos, tomen buena nota de lo dicho y no tengan reparo en silbar a todo aquel que no sea digno de respetarnos y representarnos. Vayan a votar, háganlo crítica y responsablemente.
En democracia votar a uno o a otro no es un acto de fe.

Y sigan atentamente el concierto que para eso han pagado la entrada.