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¿Cuál será el techo de las maquinitas? Primero empezaron a pegarnos palizas al ajedrez con Deep Blue (que ahora reposa en un museo Smithsonian de Washington), y ahora nos ganan en los concursos televisivos, pese a que Watson no fue capaz de identificar un retrato de Felipe II y situó, el muy imperialista, la ciudad de Toronto en EEUU.

Es cierto que son nuestras neuronas las que idearon los chips y las aplicaciones que los ponen en marcha pero parece que estamos cerca de que el silicio derrote a nuestro carbono y, como sucedió con HAL 9000 en 2001 Odisea del Espacio, tengamos que rendirnos a la inteligencia artificial.

Hace tres años se creó en el campus de la NASA, en Silicon Valley, la Universidad de la Singularidad para entender los cambios exponenciales en las nuevas tecnologías. Raymond Kurzweil, rector de dicha institución, calcula que hacia 2045 se producirá lo que él llama la singularidad, es decir, la cantidad de inteligencia artificial creada será mil millones de veces la suma de toda la inteligencia humana que existe hoy.

Para entonces, bastará presionar un botón y saldrá una columnita de opinión como ésta y no me importará un floppy jubilarme a los noventa y cinco.