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El partido más rentable política y económicamente de las Islas ha firmado su capitulación. Entre el cambio de siglas y la disolución, Unió Mallorquina ha optado por esta segunda propuesta, aunque el proyecto político reaparecerá con otra denominación. Víctima de la corrupción, hostigado por la Justicia, imputados sus principales cargos públicos en diversos procesos, la organización que fundara Jeroni Albertí y ha liderado Maria Antònia Munar se ha ahogado finalmente en su propia praxis perversa de la política.

Su papel de bisagra ha condicionado el reparto del poder en la Comunidad balear y le ha reportado, igual con la derecha que con la izquierda, una posición decisiva en las instituciones de las Islas. La mala administración de ese poder, el abuso de su función arbitral, le llevaron a un aprovechamiento de su posición y a un comportamiento que, a medida que se ha destapado a través de la investigación judicial, causa vergüenza y repugnancia. Las siglas de UM aparecen hoy unidas a la corrupción no como la consecuencia de una conducta personal y eventual sino como esencia de su propia estrategia. Visto desde Menorca, es probable que nadie les eche de menos.