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Una de las aportaciones más interesantes del psicoanálisis es la de que podemos analizar lo que uno dice de los demás aplicándoselo a sí mismo. Eso es, ni más ni menos, aceptar que cuando acusamos al prójimo de algo, a menudo estamos retratando y juzgando nuestras propias actitudes.

Aplicado a la política este principio psicológico tiene usos reveladores. El otro día escuchábamos a Zapatero en Asturias acusar a Rajoy de no tener "ni criterio, ni proyecto ni coherencia". ¡Vaya, por Dios! ¡Si ZP merecería haber ganado varios premios Nobel y tres Oscar por su recta coherencia en política económica!

A su vez, don Mariano se atrevía sin recato a reprochar al Gobierno "la pasividad, la desidia y el no hacer nada", cuando todavía nadie conoce una pizca de su programa. No se sabe si porque no está escrito o, como le acusan desde el PSOE, porque lo esconde.

Como ejercicio mental vale la pena poner a prueba los improperios de unos políticos a otros dándoles la vuelta. En cualquier caso, antes de Freud, el refranero ya advertía que "cree el ladrón que todos son de su condición" y daba además en la precisa diana al pregonar que "por la boca muere el pez".