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Una de las sensaciones más desagradables que conozco es la de caminar bajo la lluvia y que, sin esperarlo, te caiga un goterón en la cabeza. Tras estos días de lluvia, me empiezo a considerar una experta en hacer frente a este tipo de ataques a mi cuero cabelludo. Por ello, me permito el lujo de darles algunos consejos para paliar la frustración que uno puede llegar a sentir tras la invasión de las gotas gigantes que nos acechan desde las cornisas. Reconozco que resulta complicado no responder con una mueca de asco ante tal insulto físico pero es importante recordar que, tras esa primera reacción, resulta básico proseguir el camino con la mayor dignidad y naturalidad posible. Mostrarse imperturbable puede echar hacia atrás a otros posibles goterones que estén aguardando su oportunidad de lanzarse contra su cabellera. De todos modos, no les voy a negar que la mejor alternativa para prevenir el acoso de las monstruosas gotas es no intentar cobijarse del chaparrón bajo las cornisas de los edificios. Recuerden que a veces es mejor calarse que arriesgarse a ser atacado por el goterón. Estarán de acuerdo conmigo en que esta sentencia se puede extrapolar a otras facetas de la vida y, por tanto, les animo a empaparse bajo la lluvia, les empujo a no resguardarse porque, aun así, siempre puede haber algún peligro esperando.