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Dos semanas después del estallido de la crisis de Nueva Rumasa con el anuncio del preconcurso de acreedores, el panorama se complica en Quesería Menorquina. La inactividad en la que ha entrado la planta de Maó y la indecisión que transmite la familia Ruiz Mateos son dos factores sumamente nocivos. A causa del primero, se han echado a perder los principales contratos de suministro con las firmas a las que abastecía la fábrica menorquina y como consecuencia del segundo permanecen bloqueadas las posibles vías de solución. El paso del tiempo en ese estado de parálisis contribuye al progresivo deterioro de la esperanza, de la moral de los trabajadores y de las justas expectativas de la propia sociedad insular.

Nueva Rumasa se ha cerrado hasta ahora a los intentos, bien planteados desde Menorca, por buscar una salida individual a la empresa. Es el paso imprescindible para estudiar la viabilidad y plantear las posibilidades de gestión que salven la producción y la continuidad de la fábrica y las consecuencias que de ello se derivan. El anuncio de los Ruiz Mateos sobre la entrada de capital norteamericano para reflotar el grupo se aventura una nueva maniobra dilatoria que nada resuelve.