Mis primos Ramón María Caules y su esposa Carmen Coll - Archivo M. Caules

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Porque nací, oliendo a benzina, gas-oil… Porque siendo una niña, tantas veces me ensucié el blanco babi que con tanto primor mamá Teresa me almidonaba y yo le incrustaba variopintos diseños con grasa que se encontraba en una lata colocada en un lugar ideal para mi pequeña estatura.

Cuantos frecuentaron el taller mecánico de la calle de Santa Catalina 27 de esta ciudad, recordaran, la distribución del lugar. En el fondo del garaje se encontraba lo que el de la Mola, bautizó como, Sala Cirugía. A pesar de ser un hombre tan primoroso, sempre se torcava ses mans amb estopa, allí era fácil acabar tan negro como el carbón.

¡Cómo me divertía! Cajones con tornillos, válvulas repletas de óxido, infinidad de herramientas, distribuidas con sumo orden, tan solo entrar en el lugar, se vislumbraban las cosas colocadas. Tablones en las paredes con las herramientas distribuidas, de mayor a menor, tornasclús, o tornavis, claus angleses, martells, punxons, esmeriladores de válvulas, 3 ó 4 peus de rei més un altre que estava estojat , fet per es vell Garcia. Y no continúo con ello podría ser més llarg que un dia sense pa.

Por el taller, conocido como Forja de Hombres, llegaron a pasar muchos chavales, unos deseosos de aprender mecánica, otros por voluntad de sus familiares.

Soy del parecer de describir a los personajes, con la máxima certeza y fidelidad. El mismo rasero es el que voy a usar con mi progenitor, era mal de dur amén de su gran corazón, siempre dispuesto a tender la mano simpático, tratable, cercano a cualquier clase o estamento social, en su área de trabajo, se convertía en exigente, maniático, excesivamente pulcro, ordenado como jamás he vuelto a conocer a nadie y es fácil suponer que todo este cúmulo de cosas no las aguantaban todos sus aprendices, teniendo en cuenta que entraban siendo niños. Sería después cuando convertidos en hombres, adoraban al maestro, agradeciéndole lo mucho que de él habían aprendido, y lo mucho que había sido capaz de hacer por ellos, principalmente en aquellos momentos difíciles, me refiero recién pasada la guerra, tanto, que infinidad de veces me han confesado que a lo largo de sus vidas fueron a pedir trabajo, con tan solo decir provenían de la escuela de Gori, eran admitidos sin titubeo alguno. Entre ellos Pepe Atienza al cel sia, Antonio Seguí, Juan Gili, Biel cuca y Máximo ambos de Fornells. Algunos sargentos destinados en la Estación Naval, que por las tardes feien un jornalet. Hubo otros que venían al oscurecer entre semana o los sábados y domingos con tal de aprender, de todos ellos y de los que dejo de citar los recuerdo con cariño, Pepe Esteve des Ficus, mi querido Nito del predio ses Penyes, excelente maestro de Autoescuela. Con anterioridad, hubo otros, entre ellos el que sería mi suegro, Juan Vadell Pons, Gomila, promotor del Pirata, los hermanos Meliá, Antonio y Pepe, José Vinent, fundador de lo que se convertiría en Catisa y otros.

En estos momentos tan solo intento hacer una glosa de lo que siempre representó para mí este oficio, el de mecánico y bajo la escalerilla de la memoria encontrándome en 1940, dando una vuelta por aquel Mahón, saliéndome al paso varios talleres , todos ellos dirigidos por hombres muy importantes en el mundo de la mecánica, con la particularidad que es mestres des tallers, se profesaban una buena amistad, compañerismo y respeto mutuo. Tal cual lo describo por ser esta la realidad.

En aquel mundo, todo era muy manual, no se encontraban los actuales comercios de repuestos, amén de Casa Roselló frente a la iglesia de Santa María, donde Juan Llambías, es dependent, siempre estaba presto a atender la clientela de la casa. Guillermo Orfila, prosiguiendo en la tarea fundada por su padre, un adelantado en su tiempo, pasó de la calle Arravaleta, actual sa botiga de sabates La Torre, desplazándose a la plaza Príncipe, junto el casino Mahonés. Antes de trasladarse a la calle Nueva a principios de 1900 el señor Orfila tenía su comercio establecido en la calle de San Fernando, donde vendió los primeros automóviles, las primeras bombillas y adelantos de la casa Philips. Orfila, disponía de una variopinta mezcla de artículos y artilugios, lo que Gori definía Can penja i despenja, tanto padre como hijo, me refiero a los señores Orfila, fueron íntimos del mecánico de la Motora y de esta servidora, siempre presentes entre mis cosas, desde la azucarera que llevo usando desde que me casé, hace 43 años.

En la cuesta Deyá, tres o cuatro casas más arriba del Hispano, Rafael Quintana disponía de recambios, herramientas, utensilios propios del oficio al que aludo, no tantos como Roselló ni Orfila, pero él se defendía muy bien, su actitud tan positiva y tan amigable ganaba terreno al señor G. Orfila. Pero ya se sabe, cada cual tiene su manera de ser. Ahora recuerdo al cobrador de Quintana, el señor Bili, abuelo de mi querida amiga Aurora Olivar, la encantadora Aurora alma del papeleo y burocracia del grupo Adagio.

Y se abrió otro comercio, en la calle Nueva, antigua casa Orfila, el señor Alejandre, (Padre de Luis Alejandre el grande, vaya el sobrenombre con que lo han bautizado las mujeres des Talaiot de Trepucó. ¿Acaso se puede ser más grande que él? Número uno cuando iba al colegio La Salle, pasaba el platillo en la misa de 9 los domingos en El Carmen y si se me permite, era es fiet más guapo del grupo, el más bien vestido, el mejor peinado, por algo los Orestes li feien es clotell i patilles a lo Gregory Peck, la última moda en los 50. Destacado militar, parachutista en los sesenta, guerrillero en Sudamérica, correcaminos, reconstructor de la destartalada Isla del Rey, maestro de ceremonias, y auditor del bar La Marina del puerto de Mahón:

Allí se inició Efectos Navales, los maestros de ribera podían adquirir, pinturas, patentes, y cuanto se precisaba -sin pasar pena-. Un taulell a mano izquierda, rodeado de armarios con cristalera resguardaba, muchos trastos, digo trastos para esta que era una niña y poco sabía de tornillería, clavos, chinchetas, montones de cuerdas. Me veo obligada a decir que a mi padre le hubiese gustado que yo fuese dependienta de aquella casa, idea del señor Alejandre, que le decía… Gori, cuando tu hija termine la época escolar, ya sabes puede venir a trabajar, añadiendo… m'agrada aquesta fieta per a dependenta tan solo tenía siete años. Luego las cosas cambiaron, seis años mas tarde Gori se hizo representante, ¿qui li havia dir? Y el rumbo de Margarita cambió, ni bisutera, con lo mucho que representaba para mí, lo de pegar símils, ni jugar a pesar en aquellas balanzas de dos platillos de los Efectos Navales.

Si la memoria no me falla, voy a citar algunos de los mecánicos de aquel tiempo. Los grandes, sin duda alguna, los hermanos García de Andén de Poniente, talleres Romp antes los prestigiosos talleres Parpal, que en 1896, fuese ocupado por la Maquinista Naval. En el Andén de levante el taller Manent, en la carretera de Ciutadella Pedro Parot importantísimo personaje inductor de las populares norias Parot, relevándole su yerno Modesto Camps, muy querido por esta servidora. El maestro de Gori, Conrado Mantolán, en berruga en la calle de san Pablo (Padre de Diego Pons Teixidor, de Antonio y Diego). Frente al cuartel de Santiago Antonio Tudurí, excelente profesional, como también lo fue Manuel Carreras. Algo más abajo, en Anselmo Clavé, ocupaba las cocheras, que un día fundaran Vilafranca y Cardona, con los coches de línea, Cloquells, Antonio Pons, Peña, Tubau, los hermanos Florit, Julián Hernández Rosique y su socio Rafael, en Isabel II. Antonio Pons de la plaza de San Roque, primer motorista del remolcador nº 2 de Transportes Militares, que fue chófer del señor Bosch, excelente vecino y su hijo Antonio, aventajado en la tarea mecánica. Mario Pons pena, Paquillo, Miguel Carretero, todos ellos abanderados por el señor Vila y Bartolomé Jover.

Otro día continuaré, he quedado sin espacio, tan solo añadir a mi primo Ramón María Caules, el preferido en estas tareas por mi padre, por su habilidad, es seu bon ull de mecànic, su manera de ser, respetuoso con Gori, durante tiempo fue su segundo de abordo, su escribiente, y en el que podía confiar. Para Ramón y su esposa Carmen, mi cariño y la publicación de una hermosa fotografía, tomada en su 50 aniversario de boda, ya han transcurrido dos más, deseándoles lo mejor, junto a sus hijos y nietos, en su andadura, por el camino de la vida.

P.D.
Que nadie vaya a pensar que se me olvidó citar Talleres Vidal Vadell, esto es algo impensable, pero como decía más arriba, tan solo recordaba talleres de los años cuarenta.

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margarita.caules@gmail.com