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Seguir el ritmo que marca el año litúrgico ayuda a los cristianos a centrar su vida en los moldes que propone Jesucristo en su vida y en su mensaje.

De nuevo empezamos la Cuaresma, tiempo que prepara el acontecimiento central de la vida del Señor: Su muerte y su resurrección. No es solo un periodo de tiempo como una suma neutra de días y semanas sino una nueva oportunidad que se nos regala para nuestro crecimiento personal y maduración de nuestra propia vida cristiana. El calendario litúrgico nos sitúa ante el misterio central de nuestra fe y nos exige, para adentrarnos en el mismo, una preparación no solo temporal sino sobre todo anímica y espiritual. Necesitamos todos los cristianos disponer nuestro corazón para contemplar la vida del Señor, un año más, y extraer las consecuencias que nos permitan afrontar la existencia cristiana con mayores dosis de fidelidad y autenticidad.

En el Mensaje para la Cuaresma para este año, el papa Benedicto XVI nos recuerda precisamente que "El periodo cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la gracia renovadora del sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo". Habla con mucha claridad de nuestro "sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo" como tarea fundamental de la vida cristiana y se refiere a tres ayudas importantes para conseguirlo: El ayuno, la limosna y la oración.

El ayuno adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: Haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor.

La limosna es la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes no solo aleja al hombre de su semejante sino que a él mismo lo despoja, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete porque sitúa lo material en lugar de Dios.

La oración es la escucha del Dios que habla a nuestro corazón y alimenta el camino de fe que iniciamos el día de nuestro Bautismo.

Además de las ayudas admirablemente descritas con matices nuevos para este año por el Santo Padre, nos propone en su mismo Mensaje que estemos atentos a la Palabra de Dios en el itinerario cuaresmal, sobre todo en las lecturas dominicales que iluminan nuestra propia realidad personal y comunitaria además de impulsarnos a una auténtica conversión modificando las actitudes de pecado que residen en nuestro interior. La batalla de Jesús contra las tentaciones, en el primer domingo, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad, una llamada a la lucha "contra los Dominadores de este mundo tenebroso". La Transfiguración del Señor es una invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios. La frase "Dame de beber", que escuchamos en el tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar el don del agua que brota hasta la vida eterna. El milagro del ciego de nacimiento quiere abrir nuestra mirada para que la fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en Él a nuestro único salvador. La resurrección de Lázaro, que se propone en el quinto domingo, nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en Él.

El camino cuaresmal acaba en el Triduo Pascual. Hacia esas celebraciones se dirigen nuestros pasos para la identificación con el Redentor, sobre todo, en la Vigilia Pascual, en la que renovamos nuestros compromisos bautismales; ellos mismos nos sitúan en la perspectiva de la santidad personal y del servicio absoluto a los hermanos.

No es una mera casualidad la referencia insistente a la Palabra de Dios en este año en el que se nos ha regalado la Exhortación Apostólica postsinodal de "La palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia" y se ha puesto a nuestra disposición una nueva versión de la Biblia con grandes elogios sobre la traducción, las notas y las introducciones a cada uno de los libros. Es la versión oficial de la Conferencia Episcopal Española, cuyo texto servirá para lectura y oración personal y comunitaria así como para las celebraciones litúrgicas.

Me parece obligado terminar mis palabras de este año en el que he parafraseado más extensamente el Mensaje del Papa con una petición que se repite año tras año: Esforzaos en vivir en profundidad y autenticidad estos días de Cuaresma y acudid con más asiduidad a la lectura de la Palabra de Dios. Haced esto último todos los días.

Recibid mi afecto y mi bendición.