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Regenerar la actividad política es una necesidad evidente, reconocida también por quienes optan al compromiso público. Los candidatos autonómicos del PP han firmado, en la convención nacional de Palma, un documento de compromisos, que incluye el de regenerar la vida política. El antónimo de este concepto es la corrupción y el panorama nacional y balear está saturado de ejemplos de actuaciones corruptas, amparadas con frecuencia por los propios partidos políticos. Por este motivo, hay que exigir a los dirigentes una actuación responsable en este aspecto y no una actitud aparente de cara a la galería, para cumplir con un requisito obligado de todo candidato, la honestidad. El espíritu del regeneracionismo de finales del siglo XIX, protagonizado por unos intelectuales preocupados por la decadencia del país y la ausencia del interés común, debería servir para alzar las miras, no preocuparse tanto por lo que afecta a los propios partidos, y comprometerse en el objetivo de dignificar la dedicación a la cosa pública. Este compromiso no ha de limitarse a los políticos aunque es necesario que parta de ellos. La regeneración, en biología, es la capacidad de un ser vivo, como la democracia, de reconstruir sus partes dañadas.