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Sábado noche. Un Arturo Fernández genial deslumbra desde el escenario de una sala multifuncional de la que Es Mercadal puede estar orgulloso. Su difícil papel y su capacidad de convertir el patio de butacas en un conjunto variopinto de gentes ahora felices, te inquiere sobre el descrédito inmerecido (entre tanto experimento dramático repleto frecuentemente de vacuidad) que, en las últimas décadas, ha caído, inmisericorde, sobre la denominada comedia de enredo. Teatro es todo. Y en ese todo hay –y debe haber– un espacio reservado para la pura evasión, aunque en el caso de "La montaña rusa" esa evasión sea un tanto puñetera. De hecho el texto contiene frecuentes momentos en los que la profundidad, esgrimida de pronto, invita a la reflexión… Tienes una especial predilección por ese actor, en la que sin duda influye el hecho de que, en unos momentos particularmente difíciles, te enseñara, desde series tan memorables como "Truhanes", el lado más dulce de la existencia. De eso deberían ser conscientes todos los actores y actrices: de la importancia de su profesión y de la capacidad incluso terapéutica que sus intervenciones pueden tener… Todo se ha dicho ya sobre Arturo Fernández: su capacidad para cambiar de registro, su vis cómica, su elegancia, la capacidad de conmover de manera inusitadamente rápida, etc. Y probablemente os quedáis cortos…

Luego queda lo de la pregunta: ¿Por qué no se representó también "La montaña rusa" en el Teatro Principal? Se lo preguntaste el sábado al propio Arturo Fernández, una vez concluida la representación: "Simplemente porque no me han llamado" –contestó–. Con lo que la interrogante queda en el aire, a la espera de una respuesta por parte de "a quien corresponda"…

Mientras tanto, y desde estas páginas, deseo agradecerle esas dos horas de buen humor y de rabiosa humanidad. Gratitud que hago extensiva a una brillante Carmen del Valle. En nombre propio y en el de mi familia. Gratitud que también obedece a la cordialidad con la que, a la salida del teatro y pese a su cansancio, nos atendieron… Cordialidad y exquisitez. La misma exquisitez de la que dan muestras desde la ficción dramática. Una noche realmente mágica...