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La desproporcionada convocatoria de huelga en una veintena de fechas clave para el transporte aéreo se ha cortado a tiempo. Habrá paz en los aeropuertos y estabilidad laboral para el personal de AENA y, además, para cuantos trabajan en sectores dependientes del transporte, el aspecto fundamental no calculado o subordinado por los sindicatos. Sin amenaza, los aviones volarán, los ciudadanos saldrán de vacaciones, la economía se moverá, aumentará la ocupación. El esquema es tan simple y elemental como real dado el peso que el turismo ha alcanzado en la economía menorquina. El acuerdo que salva la temporada se ha cerrado sobre un fundamento estrictamente laboral, el convenio se prolonga hasta 2018 y obliga a las empresas que entren en la gestión aeroportuaria a mantener los puestos de trabajo y las condiciones pactadas. El gran argumento de la resistencia a la privatización y la defensa de la estructura pública de la red AENA ha vestido de legitimidad la convocatoria pero ha desnudado a los convocantes ante la primera oportunidad de negociar y asegurar lo que realmente interesaba. Ahora nada garantiza, sin embargo, visto el precedente, que cualquier otro conflicto se aproveche del transporte aéreo, el escenario más rentable.