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La verdad, amigo lector, nunca me he considerado un fanático del ecologismo, ni se me enternece el corazón cuando caminando por el campo me encuentro una oruga 'lagarta peluda' de estas que se pondrán tan de moda en Es Diari próximamente. La espachurro y listos. Ley del más fuerte. Tampoco pienso en mamá vaca cuando me como un solomillo, ni en Babe, el cerdito valiente, cuando devoro un plato de jamón. Por contra, procuro no tirar papeles al suelo ni al mar, reutilizar las bolsas de la compra o, en su defecto, abonarme a una 'senalla' la mar de menorquina. Vamos, que llevo a cabo mi particular guerra contra la contaminación a nivel de usuario básico. Porque, siendo sincero, me parece que la Tierra empieza a estar hasta los mismísimos de nosotros.

Lo hablaba el otro día con mi peluquera, Vicky Segura. Las personas, humanas o no, estamos de paso en este planeta. De alquiler y poco más. Tenemos fecha de caducidad, como los yogures, aunque somos unos parásitos obcecados en el hoy. Estamos exprimiendo hasta la última gota de petróleo, le ganamos metros al mar creyéndonos más listos, perforamos túneles y cuevas a nuestro antojo o levantamos un pueblo a los pies de un volcán que lleva dormido cientos de años convencidos de que si ayer no dijo nada, para qué va a hablar hoy. Hasta que habla.

Me gusta pensar que el planeta tiene maneras de protegerse, del mismo modo que nuestro cuerpo tiene el sistema inmunológico para liquidar virus y cosas raras. El terrible terremoto de Japón de hace unos días, al igual que las erupciones de volcanes, los tsunamis y demás desastres naturales me los tomo como mensajes de Mamá Naturaleza que viene a decir "chavales, aquí mando yo y cuando diga 'basta' significará 'basta'".

Alguno más habrá que piense como yo, pero lamentablemente seremos minoría absoluta. Porque la memoria es selectiva y olvida rápido. Pronto todo este fandango mediático, con "apocalipsis nuclear" incluido, caerá en el olvido. Saldrá por televisión un señor con bata blanca y aspecto de ser muy inteligente y explicará científicamente por qué ha pasado esto y aquello. Y, como bobalicones, nos lo tragaremos, en lugar de pensar que quizás no sea bueno gastar tanto petróleo, quitarle terreno al mar o hacer malabarismo con energía nuclear.
Quizás para la próxima vez sea tarde. A buen entendedor...
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dgelabertpetrus@gmail.com