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Verás, amigo lector, sucede que a estas alturas del año algunos nos damos cuenta de que nos sobra, además de tontería, algún kilito de más y como si fuera día 1 de enero nos juramos y perjuramos que "de ésta no pasa" y que iremos cada día al gimnasio para lucir abdominales, morenazo, sonrisa y lo que surja a golpe de mancuerna. Me incluyo en este grupo y hace una semana que he retomado mi rutina de ejercicio matutino, abandonada desde el pasado julio, maldita pereza, lo que me ha hecho recordar mi época de gimnasio en Barcelona.

Por entonces, seis años ha, el arriba firmante era un pipiolo que no sabía de la misa la mitad y que se dejaba caer por la sala de musculación de un gimnasio de la Ciudad Condal lejos del glamour habitual de estos parajes. No coincidía con famosos, ni con la jet set y con demasiada frecuencia el tema de charla entre los usuarios giraba en torno al cine porno. Me preguntaba, algo extrañado, si el monotema se debía a la necesidad de justificar su identidad sexual, quizás algo mareada con tanto cóctel de testosterona.

Imagínate, un pardillo 'made in Menorca', entre carne de presidio y fanáticos de lo extraño. Había buena gente, por supuesto, con la que guardo relación, pero los extraños ganaban por goleada. Había días en los que me quedaba mirando a usuarios que parecían sacados de una película de gladiadores y que lucían músculos seguramente inventados a medida que entrenaban porque, si te soy sincero, nunca los he visto en mi cuerpo. Eran tan grandes que incluso me llegué a plantear, en mis primeros días, si para parecerse a Conan el Bárbaro se habían zampado a algún novatillo de gimnasio cuya existencia era tan miserable que nadie lo iba a echar en falta. No te diré que temí por mi vida, porque sería exagerar, pero lo cierto es que alguno daba miedo. Además tenían más tinta, por sus tatuajes, de la que hay en un bolígrafo BIC. Y eso que nunca se acaba.

Como la mayoría, me cansé pronto de hacer el paripé aunque nunca lo llegué a pasar mal. A alguno se le escapó, más de una vez, algún pedete por culpa de los esfuerzos, pero nada crónico. Ahora lo recuerdo con humor porque por aquel entonces yo quería ser un 'action man' como ellos. Pero luego pienso en la cantidad de comida basura que llevo engullendo desde entonces y, oye, como que se me pasa el disgusto de no lucir abdominales. Y si, sigo siendo un pardillo 'Made in Menorca'.
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dgelabertpetrus@gmail.com