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"Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero los que luchan toda la vida son los imprescindibles" (Bertol Brecht)

Querida Carmen,

Hace días que intento llamarte, busco el momento y no lo encuentro porque no se como poder hablarte en unos momentos tan difíciles para ti. Toni me tiene al tanto: llevas meses luchando con tu salud. Estás en el hospital atrapada entre médicos y pócimas de esas que a ti nunca te han gustado. Química para los seres vivos es algo que no entra dentro de tus parámetros naturistas y respetuosos.

Tú, pura acción, puro nervio vital, pura valentía y desparpajo, atrapada por la enfermedad que te obliga a permanecer bajo la tutela de los médicos.

No te imagino aparcada, con tu actividad generosa y desbordante de ideas y proyectos para conseguir un mundo más justo.

Aunque el tiempo pasa deprisa y parece que fue ayer cuando partiste con tu marido y fiel compañero de vida, de misioneros cooperantes a Ecuador, realmente va para cuatro años la ausencia de esta Isla que añora vuestro compromiso y vuestro talante activista en pro de una sociedad más justa y un mundo mejor.

Me acuerdo de tantas cosas que se te metían en la cabeza al golpe de una idea fugaz. Veías cualquier cosa que podía ser la llave de una acción de mejora para la justicia social y ya estabas moviendo Roma con Santiago para emprender un proyecto.

Nunca te servía el no. Jamás desististe ante una posibilidad mínima de construir una solución.

Movías a la gente, altruista y voluntaria como tú, involucrándote con ella de una forma genuina y con estima. Juntabas en el mismo equipo a aquellos que podían no llevarse a las mil maravillas, pero lograbas conseguir que entendieran la importancia del objetivo, lo elevasen sobre sus desavenencias y pusieran en común sus energías

Siempre has impregnado de valor todo aquello que emprendías. Buscabas vías, abrías puertas, inventabas alternativas, hablabas con quien fuera y, si hacia falta, te ponías farruca.

Igual dabas charlas de concienciación sobre el Comercio Justo que te descargabas un camión. Lo mismo te acoplabas al té de las cinco para poder hablar al voluntariado inglés desde su perspectiva, como te ponías tras un tenderete vendiendo cualquier producto solidario que pondría un hálito de esperanza en la vida de alguna alma lejana.

Lograste poner el Comercio Justo en la cotidianeidad de nuestras vidas; abrir puntos de venta en supermercados; hacer fiestas multitudinarias de mentalización hacia esta iniciativa solidaria; conseguiste convertir las cestas de navidad de la Administración en ingeniosos escaparates; lograste que mermeladas, turrones y "carquinyols" de Menorca compartieran sus ingredientes autóctonos con productos del Tercer Mundo e incluso preparaste libros de cocina para enseñarnos cómo utilizarlos.

Siempre has sido fiel a tus principios hasta para hacernos tomar una paella con quinoa y llegar a convencernos de que realmente ésta era la receta estrella.
Utilizando un vocablo actual yo diría que tu forma de relacionarte ha sido siempre "trasversal", con todos te has llevado bien aún sabiendo que a veces tu propia exigencia constituía para todos la presión que conseguía la acción. Siempre has logrado juntar posturas y, como un camaleón, llegar a mimetizarte con cada entorno sin perder ni un momento tu propósito y tu vocación.

Sabía que habías salido del hospital, que estabas débil pero mejor y que habías vuelto a tu casa en Quito. Pero un e.mail inesperado de madrugada me sacude con la fuerza de una bofetada: "Carmen ha fallecido"

Es como si se hubiese parado un ritmo, el tic tac de un reloj que no veías pero que escuchabas y te hacía acompasar tus días. Es como si una calle se quedase vacía y escuchases en el silencio el eco de un suspiro.

Nos dejas Carmen, a ti ya te han llamado y quiero creer que te han fichado allá, en lo más alto, para hacer que las cosas buenas ocurran.

Me consta que hasta en el final has sido fiel a tu ánimo y tu positivismo, te has ido en paz y has dejado paz. También has sido fiel a tus convicciones y a tu compromiso con la gente con la que últimamente has estado luchando codo a codo y has querido que una parte de ti se quedase allí, en Ecuador, para seguir supervisando desde las alturas todo lo que has logrado poner en marcha.

No cabe duda de lo que es tu esquela y nuestro llanto:
"La acción es una oración sin palabras. La buena acción contiene todas las filosofías, todas las ideologías, todas las religiones" (Vicente Ferrer)
¡Adiós Carmen! y que tu luz nos acompañe.