TW
0

Creo, señor presidente, que ha sido usted -y lo lamento- ineficaz. Sin embargo, le perdono. Aunque ese perdón le importe un carajo, viniendo de un "don nadie"… Y le perdono de corazón y con relativa facilidad… En la hora de las despedidas políticas -o de las despedidas a medias- no es de bien nacidos extraer de los bolsillos una retahíla de reproches o una lista de errores cometidos. Por razones de ética. O de simple comodidad: en su caso la relación sería casi interminable…

Pero… Hay pocas luces en sus huellas (en este momento no vislumbro ninguna) y si multitud de sombras… Destaca una: la de que usted se metiera a sepulturero y escarbará en viejas heridas. Si tuviera hijos quisiera personalmente poderles legar una España reconciliada. Y en esas estábamos… Se atribuye a Churchill una frase antológica que reproduzco, aunque no literalmente: "los políticos piensan en las próximas elecciones; los estadistas, en las próximas generaciones". Dudo que fuera usted político. Tengo la certeza de que jamás fue, es o será un estadista. Ese es el primero de los dos y únicos grandes males que, de esa enumeración, urjo hoy hablarle. Quiero -y quiere la mayoría de los españoles- vivir, de una puñetera vez, en paz, soterrando la Guerra Civil… Amamantar a nuestros hijos con la leche del entendimiento y no con la del odio atávico (en este sentido le recomiendo encarecidamente la lectura de "Las guerras de nuestros antepasados" de Miguel Delibes)… Vivir, sí, en definitiva y no únicamente vivir, sino convivir, que no es otra cosa que vivir con otros, aunque piensen de manera diametralmente opuesta a la nuestra. La misma convivencia que enriquece, que no es monocolor, que no otea en una única dirección, que exige amplitud de miras, que no cree en verdades absolutas, que admite la discrepancia y que no pretende adoctrinarnos. Porque estoy harto… De pequeño, señor presidente, ya lo intentaron con "F.E.N." ("Formación del Espíritu Nacional"). Y usted hizo otro tanto. Estoy harto, sí, de que el Estado me diga que he de decir, pensar, comer o qué tengo que dejar de hacer para ser aceptado en el pesebre de lo políticamente correcto. Porque, salvo en un brevísimo paréntesis, mi vida siempre ha tenido ese vomitivo escenario. Me precio de ser amigo de infinidad de personas de muy dispares ideologías. Y nunca ha existido el menor atisbo de odio o exclusión por aquello que pensamos o por aquello en lo que creemos. Entre las personas a las que quiero encontrará usted a socialistas, peperos, agnósticos, ateos, creyentes, barcelonistas y madridistas, ciutadellencs, maoneses… Y si la gente de la calle sabe vivir así, ¿por qué no usted? Y si deseamos vivir así, ¿por qué, desde su deidad, se empecina en separarnos? A modo de ejemplo: su laicismo. No ha sido tal. Ha sido, simplemente, anticlericalismo y anticlericalismo feroz, inútil, grotesco, perverso, anacrónico… No pensó, efectivamente, en las generaciones venideras. Y si lo hizo, se las imagino uniformes, luciendo el traje que usted, un ser iluminado por no sé qué o no sé quien, diseñó e impuso como modelo insoslayable…

El otro reproche se refiere a la vida. Creo, de manera profunda, que la defensa de ésta y el término "izquierda" son inseparables. Porque la izquierda -la real- es aquella que se sitúa inequívocamente junto al débil frente al fuerte y se cimienta en la férrea defensa de los derechos humanos. Me refiero, como habrá podido deducir con facilidad, al tema del aborto. Su "izquierda" ha optado, en este sentido, por la calle de en medio. Por el camino fácil. La verdadera habría luchado por crear una sociedad justa, en la que la mujer pudiera hallar las condiciones adecuadas para poder seguir con su maternidad. Pero para ello se requiere valentía y talento… Lo sabe usted: resulta más fácil lo de la pastilla del día después…

En cuanto a mi primer reproche, una anécdota. En cuanto al segundo, una advertencia. Entendí, siendo muy joven, la verdadera esencia y terrorífica verdad de la Guerra Civil cuando, visitando La Mola, el guía nos enseñó un paredón. Nos comentó, susurrando, que en esa pared todavía permanecían las huellas de las balas disparadas y que había balas de ambos bandos… Espero que lo comprenda…

En cuanto a lo segundo: sepa usted que probablemente sea su política con respecto a la vida lo que impida a muchos votarle… Lo único, incluso. Porque cualquier ciudadano de bien estará siempre a favor del pobre, del obrero, de la mujer maltratada, de la justa distribución de la riqueza, de los logros sociales, del desheredado, de la ecología... Y por esa misma regla de tres estará en contra del aborto o de la eutanasia…

Dicen que ahora tendrá usted, y en su propio seno, su pequeña guerra personal. Las quinielas se elaborarán, no en los estancos, pero sí en los pasillos, en multitud de pasillos. Sueño, simplemente, en que su sustituto no sea ninguno de los que aparecen en los boletos. Por el bien de su partido, por el bien de todos los socialistas auténticamente socialistas, por el bien de tantos. Como sueño también en esa izquierda utópica capaz de recuperar, por coherencia y como bandera, la defensa de la vida… Sueño, igualmente, en que quien le suceda en el cartel sea un estadista y no un simple político… O dicho en "roman paladino", un hombre o una mujer en las que anide la bondad… "

- ¿Qué haces? -te pregunta Roig-. ¿Estás escribiendo una carta?

- Sí… Una que nunca leerá su destinatario…

- Seguir -continúas-.

- ¿Seguir?

- Intentándolo…
Se lo explicas:

- Intento seguir creyendo en la utopía…