TW
0

Las entidades culturales están sufriendo la disminución de la ayuda pública y son diversas las voces que en los últimos meses están alertando de la pérdida de actividad y de programación. Nada extraño sucede, el ajuste de presupuestos y la línea de austeridad que las circunstancias han impuesto en todos los ámbitos difícilmente pueden excluir el heterogéneo mundo de la cultura. La fórmula del patrocinio y de la subvención directa se resquebraja ante la multitud de asuntos de índole económico y social que con preferencia deben atender las instituciones, disminuyen, por tanto, los ingresos y se obliga a las entidades a replantear sus funciones.

Como primera premisa ha de admitirse que su labor es necesaria, la cultura es el alma de la comunidad, pero al igual que ha hecho la empresa, el deporte y asociaciones de diversos campos también las entidades dedicadas a la promoción cultural deben adaptarse a estos tiempos y apostar por un modelo más selectivo y racional. Algunas propuestas están llamadas a la desaparición no sólo por razones económicas, mientras surgen nuevas iniciativas y se consolidan otras que, sin renunciar a la ayuda pública que pueda llegar, se aseguran la viabilidad por otros cauces.